Buenos días des de Krasnojarsk, en el
corazón de Rusia.
Des de que dejamos Moscú llevamos
bastantes días en la carretera, viajando un día y medio y dejando
descansar a la furgo (y a nosotros) otro día y medio.
Cuando salimos de Moscú llegamos a
Niznij Novgorod, una ciudad muy rusa, con contrastes muy marcados,
calles en obras, monumentos descuidados al lado de zonas increíbles.
Nos gustó mucho, sobretodo el ambiente que se respira en las calles,
al irnos yo pensé: qué lástima con lo que me gusta esta ciudad,
pero después de 700Km llegamos a otra ciudad, Kazan, aún más
increíble, aún más bonita y con un ambiente callejero muy rico y
lleno de vida, mucha gente, pianos en la calle con gente joven
tocando, tiendas abiertas, música por todas partes, no hacía frío,
pero aún no nos quitamos la chaqueta (y creo que ya no lo haremos en
mucho tiempo). Al igual que en Niznij Novgorod, Kazán también tiene
un Kremlin, una zona cerrada donde están el ayuntamiento, etc. y
algunas iglesias, mezquitas, iglesias ortodoxas, los kremlins, en
general són muy bonitos, con mucha tranquilidad que contrasta una
vez pasas sus muros y vuelves a estar en las calles, el de kazán es
increíblemente curioso, normalmente el muro que rodea el kremlin es
rojo, en Kazán es blanco, casi todos los edificios que están dentro
de esta zona són blancos, y esto da mucho brillo a toda la ciudad,
ya que este kremlin está situado un poco más elevado que la ciudad
y a mí me recordaba a la fortaleza del malvado gargamel, con unas
luces muy majestuosas por la noche.
Pese a que nos hubiéramos quedado un
par de días más tuvimos que seguir nuestro viaje, yo en Kazán ya
estaba un poco nerviosa, des de pequeña que miro en los mapas y cito
en las letras de las canciones que están en inglés, que no me sé,
los montes urales, gigantes partiendo un país enorme, dividiendo
Europa de Asia, y los íbamos a pasar, por el sur, pero allí estaban
ellos, y nuestra furgoneta cargada de gasoil para superarlos, así
que empezamos el viaje, nuestro siguiente destino era Ufa, una ciudad
que se encuentra en los pies de los montes urales, cuando llegamos,
para variar, estuvimos una hora parados en la entrada, por algún
tipo de problema de obras, accidente, o lo que sea que pase en Rusia
para que todas las carreteras tengan que tener, mínimo, una hora de
retenciones. Jordi se cansó de esperar, y ahora yo ya le llamo
Dimitri, porque conduce como un ruso, pilló el primer desvío y nos
fuimos,....no sabíamos dónde, así que dormimos en una gasolinera y
al día siguiente seguimos hacia Chelyabinsk.
Esa noche yo me duché con una gran
facilidad dentro de la furgoneta, llevar el pelo sin lavar durante 5
días está desarrollando una gran facilidad por meterme en un
barreño y mojar lo menos posible. Nos dormimos con bastante frío y
al día siguiente ya estábamos preparados para un momento importante
de nuestras vidas, pasar los montes urales. Empezamos la subida de la
carretera, sin curvas, ninguna curva, pero sí una subida que duró
varias horas, el paisaje iba cambiando, pueblos más recogidos, no
tan anchos, aprovechando los valles, tiendecillas de neumáticos,
retenciones de una hora, y al final lluvia y viento, mucha lluvia y
viento, creo que esta es la señal de que has llegado justo arriba
del todo de los montes, entonces empezó la bajada, y tal cual íbamos
bajando dejamos atrás la lluvia y el viento, empezamos a ver el día
despejado, y era muy curioso mirar hacia adelante viendo el color del
día y seguidamente mirar hacia atrás y ver la oscuridad de los
montes urales, que allí se quedaban, para todos los rusos que los
quieran disfrutar y todos los aventureros que no puedan soportar
estar leyendo sobre ellos sin haber pasado por sus carreteras.
Llegamos a Chelyabinsk, esta ciudad no
nos atrapó tanto como las dos anteriores, aunque es muy muy rusa,
edificios altos, todos iguales y grises, allí dejamos descansar a la
furgoneta un día y seguimos nuestro viaje,...ahora empezaba otro
mito,....la explanada siberiana,... teníamos que ir con mucho
cuidado ya que en cualquier descuido nos podíamos meter en
Kazakhstan y no llevamos visado para entrar, así que seguimos el
camino con el gps, el mapa y bien alerta, tiramos hacia Omsk por la
carretera rusa, son 100 Km más que si pasáramos por Kazakhstan pero
no íbamos a arriesgarnos, entonces empezó la planicie infinita,
inhumana, inmensa,...debo decir que mi padre es de castilla la
mancha, me encanta el paisaje de la mancha, es muy poético, todos
sus amarillos, marrones, verdes sin ver un final....imaginad eso
multiplicado por mil millones. Kilómetros y horas sin nada, todo
amarillo, sin ver árboles, montañas, pueblos,...nada y una
carretera muy muy complicada, con muchos agujeros (Jordi está
adelgazando muchísimo, pero no por la dieta, sinó por soplar cada
vez que pilla un agujero con la furgoneta, se está deshinchando
literalmente), aquí dejo por escrito mi más gran sincera admiración
hacia los camioneros rusos, quienes tienen que tener una personalidad
muy fuerte para aguantar tantos kilómetros y carreteras en un estado
tan complicado.
Yo empecé a tener una sensación muy
desagradable, sólo había camiones y nosotros, camiones que se
adelantan unos a otros en esa carretera insoportable llena de polvo.
Justo antes de llegar a esta carretera
encontramos una especie de control de policía,...o eso creíamos
nosotros, nos hicieron parar, a mí me pareció ver un policía, pero
resultó ser un señor que llevaba un chaleco azul. Tal cual paramos
Jordi me hizo subir la ventana y asegurarme que todo estaba bien
cerrado. El señor se acercó a mi ventana, nos empezó a pedir
algo,....indescifrable para nosotros y creo que también para él,
porque no se aclaraba mucho hablando, empezó a hablar en italiano,
pasó al inglés y terminó en alguna lengua muerta o yo qué sé. Al
final entendimos que era de Jordania y que necesitaba efectivo,
mientras Jordi miraba por el retrovisor si venía alguien más, el
señor jordano nos dijo que era de fiar,...por Alá que era de fiar,
pero que nosotros por religiones nos puedes poner un Kilo de cada una
de ellas para hacernos bocadillos, le dijimos que no teníamos
nada.....así que el señor metió la mano por la ventanilla, Jordi
me dijo que la subiera, yo la subí un poco más, intentó abrir la
puerta y Jordi soltó un NO que me impuso hasta a mí,...el señor
nos quiso dar un anillo gordo gordo que llevaba y al final nos
fuimos.
Yo no sé si de verdad tenía problemas
o no, pero se me quedó muy mal cuerpo durante todo el día, sólo
había una carretera, hiciéramos lo que hiciéramos en esa carretera
siempre íbamos los mismos, ahora adelantamos nosotros ahora adelanta
el camión y así durante horas,....y si nos pasaba algo a
nosotros??? Íbamos encontrando muchos camiones cambiando las ruedas,
en ese momento entendimos por qué había tantas tiendas al lado de
la carretera de recambio de neumáticos, pero nosotras (la furgo y
yo) que vamos con un conductor de primera salimos sin problemas de
la carretera infinita, esa noche dormimos en un parquing Café, entre
dos camiones, yo tengo dos amigos camioneros que me inspiran mucha
confianza, así que entre camiones me siento bastante segura.
Seguimos al día siguiente, empezábamos
a volver a ver árboles, alguno suelto, y poco a poco empezaron a
aparecer las paredes de árboles al lado de la carretera, bosques,
que me enamoraron, colores verdes y amarillos, parece que se nieguen
a aceptar que llega el otoño y quieran conservar el verde, y algunos
poco a poco se dejan llevar por la naturaleza, en medio de este
espectáculo amarillo y verde un arbolito rojo, rojo intenso,
precioso, un paisaje increíble que me encantó, sin saber que lo
bueno aún estaba por llegar.
Llegamos a Omsk, nuestra furgoneta ya
se había adaptado al medio, no cabía más polvo en ella, ya casi no
se veía la matrícula, como un buen coche ruso, el primer día no
nos pareció una ciudad muy llamativa, pero al día siguiente
encontramos la zona más concurrida, donde la gente pasea y dejan
pasar los momentos libres que tienen, y allí que nos dejamos llevar
y disfrutar de ese maravilloso ambiente, preparados para seguir al
día siguiente hacia Novorsibinsk una ciudad muy llena de vida, llena
de jóvenes universitarios, con música en las calles y un clima
estupendo, 22 grados por la noche, que alegría y que ganas de pasear
dan esos 22 grados.
Al seguir el camino hacia Krasnoyarsk
empezó el espectáculo, los árboles ya se han dejado llevar
totalmente por el otoño, qué rojos más espectaculares, amarillos,
naranjas, quizás hice 15 fotos, y no exagero, y ninguna foto refleja
esos colores, qué suerte el poder haberlos visto. Había momentos
que la carretera se fundía entre dos columnas de árboles con mil
tonos de rojo, árboles hasta lo que pueda alcanzar la vista, rojos,
mil rojos, y ojalá supiera pintar para poder plasmar estos
colores,...o quizás es mejor que se quede en mi memoria y no lo
olvide nunca, cómo puede haber tantos rojos y que nos los regale la
naturaleza sin casi esfuerzo, simplemente pasa y nosotros podemos
disfrutarlo,... a veces me quedaba con la boca abierta sonriendo,
sólo mirando, no exagero, ninguna foto, ni pintura, ni instagram
podrá reflejar nunca lo que hemos visto, estoy segura, y me encanta
que esto sea así.
Nos está sorprendiendo mucho y muy
gratamente Rusia, porque nosotros teníamos una idea, supongo
impuesta por películas, etc de una Rusia triste, seria y apagada,
pero las ciudades son enormes, calles anchas, gente en las calles y
mucha vida. En la carretera los coches pesados se meten en el arcén
para que pasen los otros coches, los cuales les dan las gracias con
las luces de emergencia, y eso pasa siempre, somos testigos que en
7.000 kilómetros ha pasado siempre y nos encanta formar parte de
este rito. Estuvimos leyendo, antes de empezar el viaje, que no había
muchas gasolineras, pues no es cierto, hay una gasolinera, cada 50
kilómetros como máximo, eso en la planicie siberiana, en el resto,
cada 15 kilómetros tienes una gasolinera.
Lo malo de Rusia es que no podemos
disfrutar tanto como quisiéramos de este ambiente, el día 30 de
septiembre tenemos que estar en la frontera, para entrar en Mongolia
y vamos muy muy justos, aún nos falta el Lago Baikal (la reserva de
agua dulce más grande del mundo), y claro, queremos disfrutarlo
también.
Hay gente que nos dice que cómo lo
llevamos, tan poco espacio para los dos, tantos días solos,... la
verdad, muy bien, yo no tengo sensación de poco espacio, cada vez
nos sobra más sitio, pensad que tenemos todo el mundo para nosotros,
no es lo mismo que vivir en una casa, es un pequeño espacio, que
cada día está en un sitio distinto.
Echamos de menos personas, mis
saxofones hasta lo más profundo de mi alma, momentos de los cuales
no podemos formar parte, sabemos que la vida sigue sin nosotros, que
no nos espera, pero en la vida hay momentos y tiempo para todo, y
este momento, para nosotros, es muy importante.
Los dos somos personas bastante
inquietas que hemos hecho muchas cosas en nuestras vidas, entre los
dos tenemos tema de conversación para más de dos años, no hay día
que a mí no me sorprenda una cosa de todas las que me cuenta Jordi,
de hecho estoy pensando que cuando volvamos vamos a vivir en la
furgoneta, sin televisores, críticas, distracciones, sólo nosotros,
nuestras vidas, nuestros pensamientos, que compartimos cada día con
más libertad.
Estamos cambiando los dos, de hecho hay
veces que me sorprendo en el retrovisor lleno de polvo y no reconozco
el reflejo, sigo siendo la misma?... es una sensación muy agradable,
como si el viaje nos moldeara con sus manos de artesano creando una
única figura con nuestras dos personalidades.
kremlin Novgorod |
calles de Kazán |
Kazán, con su mezquita,...castillo de gargamel |
paso por los montes urales |
siempre hay algo que recordar |
planicie siberiana |
colores increíbles, aunque no lo podáis apreciar muy bien |
nos inventamos unos postres exquisitos |
cada día vemos unos cuantos así...this is russia |