Buenas tardes des de Winnipeg, en el
centro sur de Canadá, en el estado de Manitoba, estamos a 33 grados,
en una furgo preparada para aislar el frío,...estamos bastante
calentitos, pero nada que no pueda arreglar un helado de chocolate.
Ya hemos pasado pueblos y algún estado
que nos ha costado bastante poder deletrear, como Saskatchewan, y
ahora ya nos empezamos a acercar al este de Canadá: Quebec, el lago
superior, Toronto, Ottawa, Niágara, Nueva Escocia y mil sitios más
que darán para otro post.
La bajada desde Alaska, en un
principio, parecía que no nos iba a aportar nada nuevo de lo que ya
habíamos visto. Pues bien, pasada la frontera volvimos a Whitehorse,
para hacer la revisión de la furgoneta y prepararnos para el viaje,
allí nos encontramos con unos cuantos viajeros europeos, con sus
propios vehículos, gracias a una compañía alemana, la gente puede
transportar sus vehículos a través del atlántico. Conocimos a
holandeses que venían de pasar tres años por África, suizos,
alemanes, franceses, una pareja de Tarragona. Para nosotros encontrar
a toda esta gente fue una alegría, hace tiempo que dejamos de hablar
de nuestra casa como algo determinado en un pequeño punto del mapa,
desde Mongolia que nuestra casa es Europa, y encontrar a gente de
allí nos hace sentir muy bien, y es recíproco, en cuanto nos
encontramos entre europeos aparcamos unos al lado de los otros y nos
ponemos a hablar. Normalmente estos viajeros son parejas mayores que
se han jubilado y deciden hacer realidad sus sueños, a estas parejas
las reconoces porque las envuelve un aura de tranquilidad y de...me
da igual todo lo que pase. Les preguntamos cuál es su ruta y nos
dicen...no sé ya veremos, cuándo piensan volver... no sé ya
veremos, cómo tienen el presupuesto...no sé ya
veremos,...claro...cobran la pensión y viven lo que les toca vivir
ahora.
La bajada de Canadá, por varias
razones, está siendo un viaje un poco más profundo hacia nosotros
mismos, bueno, por lo menos para mí. El Yukon, el norte de la
Columbia Británica y de Alberta son estados que mientras estás
pasando por ellos crees que no tienen nada de especial, aunque te
encuentras cantidades innumerables de osos, bisontes, alces, zorros,
linces, cabras salvajes, millones de ardillas y águilas, todos
paseando por la carretera, por el arcén, y todas las
caravanas, coches y camiones nos paramos a observar desde la
distancia. Es indescriptible la sensación que te produce parar la
furgoneta y que pase justo por el lado de tu ventanilla un bisonte
que podría aplastarte, sin mirarte, ignorándote...o por lo menos
eso parece.
El respeto hacia estos animales es
enorme, es increíble ver a un camionero que lleva días de viaje
parar su enorme camión para ver a una pareja de osos comiendo, con
la misma cara que ponemos los viajeros que nunca en nuestras vidas
hemos visto a un oso en libertad. Los animales se sienten libres y
propietarios de estos espacios, y los canadienses respetan esa
propiedad. Además, como es el aniversario de los 150 años de
independencia de Canadá, todos los parques nacionales son gratuitos
y puedes ir metiéndote de uno al otro sin pagar y disfrutando de
todo lo que te puede dar cada estado.
Los coches nos pitan por la carretera
para saludarnos cuando ven nuestra matrícula, dándonos la
bienvenida a su país, cuando hablamos con la gente de los pueblos
nos ayudan, nos preguntan y charlan con nosotros con ganas de saber
nuestras vidas, realmente los canadienses son personas muy abiertas,
respetuosas y tolerantes, por lo menos los canadienses del oeste, ya
veremos en el este cómo son.
Estuvimos una semana en el pueblo de
Tumbler Ridge, escalando, caminando y viendo cascadas de mil verdes y
azules, conociendo gente y dejando pasar la vida con calma, sin
prisa.
El oeste de Canadá es salvaje, libre y
lleno de naturaleza, cuando ya has pasado por él y te vas alejando
te llena una sensación de vacío, de añoranza hacia ese territorio,
es muy difícil explicarlo: cuando estaba allí, al principio decía,
¿qué hace la gente aquí?, ahora, desde la distancia entiendo que
si has pisado esta zona no puedes dejarla, se queda pegada dentro de
ti, naturaleza en estado puro y sin darte cuenta, te engancha y te
hace formar parte de ella, no eres un mero espectador, eres eso que
ves.
Llegó el momento de dejar paso a la
civilización, de nuevo, y llegamos a Edmonton, en un principio
parecía una ciudad típica americana, construida a lo ancho y sin
mucha vida en las calles, hasta que llegamos a la Whyte Avenue, y
allí estaban esperándonos con los brazos abiertos, gente, terrazas
al sol, cervecitas fresquitas, nos miramos, aparcamos y nos fuimos a
disfrutar del ambiente, el mercado de los agricultores, con millones
de comidas para probar gratis, gente en las plazas tocando, y una
terraza que vimos en la que casi entramos como un tornado, nos
pedimos una pinta y unos nachos.
Con las gafas de sol y los tirantes
estaba feliz y relajada, hasta que vi la cara de Jordi que se estaba
transformando, creía que detrás de mí había un oso de los que
habíamos visto. Le pregunté qué estaba pasando, pero Jordi no
podía hablar, sólo tenía la mirada de flipado y la boca abierta,
vi pasar a dos tipos, uno con la cabeza teñida como un leopardo, y
Jordi les seguía con la mirada, con la boca abierta, yo
pensé,...tampoco es para tanto ver a alguien con la cabeza teñida,
anda que no hemos visto cosas con lo que llevamos de viaje,...pues
no,...resulta que eran los Red Hot Chilli Peppers, que los habíamos
tenido detrás tomándose una cerveza. Todo el día estuve
escuchando:¡Uaauuu los Red Hot, qué fuerte!.
El domingo hicimos lo que hace un buen
edmontense, pasamos el día en el parque, comimos debajo de un árbol
y vimos partidos de baseball, nos llamó la atención que en cada equipo
había hombres y mujeres de todas las edades y muy distintos entre
ellos, preguntamos y nos explicaron que son los trabajadores y jefes
de empresas que juegan una liguilla de baseball cada domingo por la
tarde, todos tenían que pasar por la posición de bateador y
catcher, algunos iban de profesionales y otros se veía que nunca
habían cogido un bate, pero todos jugaban juntos. Fue muy
entretenido, sobretodo cuando vinieron unos chicos, con un cochecito
con música, a repartir helados gratis, allí enseguida nos pusimos a
la cola de los helados.
Pasamos un par de días en Edmonton y
seguimos nuestro camino hacia el este, que parece que no, pero Candá
también tiene sus kilometrillos de costa a costa. Poco a poco
llegamos al Riding Mountain National Park, un parque nacional que
abarca varios lagos y zonas de caminatas. Allí conocimos a Monika y
Ernst, una pareja de suizos que habían empezado su viaje, al igual
que los anteriores viajeros que nos habíamos encontrado en
Whitehorse. Enseguida nos pusimos a hablar y terminamos tomando unas
cervezas y cenando juntos. Nos sentimos realmente fascinados por
ellos, nos contaban sus vidas y nosotros no podíamos hacer más que
escuchar, dónde habían vivido, lugares por donde habían estado.
Por la noche estuve pensando, ¿podremos ser como ellos algún día?
Siendo más mayores encontrar a alguien joven con quien compartir
nuestras historias, reírnos de ellas y darte cuenta que puedes estar
hablando horas y horas de tu vida, sin que nadie pueda aburrirse. No
sé si llegará ese momento, me encantaría, aunque lo que tengo
claro es que estamos haciendo todo lo posible para que así sea.
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y de más cerca que los hemos visto |
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pasamos un par de días en unas aguas termales |
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en sitios como este dormimos por las noches |
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ya podemos decir que hemos estado en el principio y el fin de la Alaska Highway |
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cascadas en Tumbler Ridge |
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Impresionante la fuerza del agua |
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Edmonton |
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domingo de parque en Edmonton |
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Riding Mountain National Park |
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Riding Mountain National Park |
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Y así nos tomamos la vida |
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