Llevo un buen rato mirando la aguja del marcador de gasolina, porque hace unos kilómetros que ha entrado en reserva y rezando para encontrar una gasolinera, ya que, en Alaska puedes tirarte cientos de kilómetros sin encontrar nada de nada, y de repente, a lo lejos, avisto un techo con las letras TESORO, la marca de la gasolinera más famosa de Alaska. Fátima, estamos salvados...
CAPÍTULO 2:
-¡Necesitáis visa!
-¿Cómo?
-Que necesitáis visa para entrar en Alaska
-Fátima, que este señor dice que necesitamos Visa para entrar enAlaska, que el E.S.T.A. sólo es válido para entrar por aire o por mar.
Así fue nuestro recibimiento en la frontera de Canadá con Alaska, nos hicieron parar el coche y entrar a las oficinas para aclarar la situación, porque nosotros pensábamos que con el E.S.T.A. era suficiente para entrar en Alaska, pero resulta que sólo es válido si entras por aire o por mar. Tened esto en cuenta si llegáis por tierra a Alaska.
Al entrar a la oficina nos dijeron que el sitio más cercano para tramitar la visa era Vancouver, a unos 3.000Km de distancia, por supuesto le dijimos que no íbamos a hacer 6.000Km para entrar en Alaska. Después de explicarle nuestro viaje y enseñarle nuestra ruta el agente nos dijo que iba a hacer una llamada a su superior a ver si podía arreglarlo de alguna manera, después de unos intensos minutos viéndolo hablar por teléfono nos dijo, como si un abuelo regañara a su nieto, tenéis un mes de visa ,y nos la tramitaron allí mismo.
Con la visa debajo del brazo nos adentramos en Alaska, allí estaban, dándonos la bienvenida, un grupo de alces y un zorro que nos advertían de lo salvaje que es. Kilómetros y kilómetros de bosque, lagos, ríos y paisajes de lo más inhóspito que hemos visto hasta ahora.
Después de 250 kilómetros llegamos al primer pueblo habitado, allí paramos en una área de servicio y nos cruzamos con una auto-caravana con matrícula holandesa, el señor nos paró y nos comentó que nos había visto en Watson Lake, un pueblo de Canadá que está a unos 2.000 kilómetros de donde estábamos, ¡vaya puntazo!, estuvimos charlando y cambiando experiencias sobre nuestros viajes. Después de hacer noche nos dirigimos hacia Fairbanks (decidimos hacer nuestra ruta alaskeña de norte a sur), de camino a la segunda ciudad más grande de Alaska nos cruzamos con alces, osos, ardillas, zorros y un letrero que ponía: prohibido parar, prohibido hacer fotos, prohibido hacer videos, prohibido reducir la velocidad, prohibido prohibido, ¡joder!, ¿y esto es el país de las libertades?, ¡si está todo prohibido! Y es que resulta que a unos kilómetros apareció de la nada una pedazo de base aérea militar con todos sus cazas y todos los modelos de aviones que os podáis imaginar, todos bien aparcaditos, preparados por si el koreano se pone tonto. Así llegamos a Fairbanks, una ciudad que nos decepcionó un poco, una ciudad sin casco urbano, ni gente por la calle, tan sólo algunos indígenas borrachillos por ahí desperdigados, y es que supongo que vivir 8 meses al año a -40 grados y con tres horas de luz al día no tiene que ser fácil.
Dando un paseo encontramos un restaurante muy auténtico, donde servían comida casera, aprovechamos para probar el famoso salmón de Alaska, camino de la furgoneta Fátima me dijo que empezaba a notar síntomas de alergia (para los que no lo sepáis, Fátima es alérgica a bastantes alimentos) nos apresuramos para llegar a la furgo, una vez allí se tomó los medicamentos, pero pasaba el rato y no le hacían nada, entonces me dijo,...
-Creo que me tendrás que pinchar la adrenalina porque esto va a más.
-Qué dices, ¿seguro?
-Sí sí, la voy preparando
Mientras que ella preparaba la adrenalina yo me puse a buscar el hospital en el GPS, por si teníamos que acercarnos.
-esto ya está preparado para pincharme
-¿seguro que quieres que te pinche?
-sí sí pínchame que esto va a más
-¿sí, seguro?
-Que sí coño pínchame yaaaa
-Ok, 3 2 1....¡¡¡pulp fiction!!!
Después de recrear, más o menos, la
escena de la peli, por seguridad, nos fuimos al parking del hospital,
ya que con la adrenalina era suficiente para controlar el ataque.
Estuvimos media hora allí aparcados y Fátima se empezó a hinchar,
así que nos fuimos para adentro a urgencias. Cuando llegamos al
mostrador Fátima ya era Son goku a la cuarta potencia de
superguerrer, casi no se le veían los ojos y roja como el puente de
San Francisco. Nos atendieron rápidamente, nos metieron en un box y
le pincharon la medicación que en unos minutos la calmó. Tuvimos la
gran suerte de que todo esto nos pasó en una ciudad y no cuando
estamos por ahí perdidos. Los dos siguientes días hicimos poco más
que relajarnos para que Fátima se recuperara del todo.
CAPÍTULO 3:
Con Fátima completamente recuperada,
nos despertamos para ir a la clásica Dalton Highway, considerada una
de las carreteras más peligrosas del mundo, pero antes se nos acercó
un chico pidiéndonos ayuda para arrancar su auto-caravana, cómo no,
nosotros nos hemos visto en esta situación varias veces, y se
agradece mucho que te ayuden, así que después de arrancar la
caravana del colega nos fuimos para el norte.Teníamos idea de hacer unos 200 kilómetros de la Dalton Highway, pero una vez llegamos allí nos dimos cuenta que no íbamos a hacer ni 20, ya que es una carretera toda de tierra, llena de baches y unas cuestas que no podíamos pasar ni de tercera, todavía nos quedan miles de kilómetros de viaje y tenemos que cuidar nuestra maravillosa furgoneta. Así que emprendimos camino al sur.
-¿Te parece bien que paremos aquí hoy para hacer noche? Parece bastante tranquilito
- Sí Jordi, estamos en Alaska, aquí todo es bastante tranquilo.
De repente ¡BUUM! ¡BUUM! ¡RATATATATA!
-Madre mía Fàtima, ¿Alaska
tranquila? ¿Qué rayos es eso? Me parece que el koreano se ha puesto
tonto antes de tiempo.
Dimos un paseo para estirar las piernas, y a unos cincuenta metros de nosotros encontramos a unos señores practicando el deporte más famoso de EEUU, disparar como locos, les dijimos si podíamos echar un vistazo mientras disparaban, y nos dijeron, con gran orgullo y satisfacción, que por supuesto y es que, no veas como les gustan las pistolitas. Uno de ellos nos dijo que estaba probando una metralleta que se había comprado nueva, al ver mi cara de flipe el tipo se fue a su camioneta y sacó dos metralletas más para enseñárnoslas, y es que, vuelvo a repetir, no veas como les gustan las pistolitas a estos americanos. Después de dormir con un ojo abierto, por si acaso se escapaba algún tiro hacia nosotros, nos dirigimos hacia el Parque Nacional de Denali, donde se encuentra el pico más alto de Norte América, anteriormente llamado Mc. Kintley y actualmente llamado Denali, ya que Obama decidió cambiarle el nombre en honor a los indígenas de la zona, por lo que hemos sabido, no hace mucha gracia a los alaskeños que no son indígenas.
Seguimos nuestra ruta en busca de Anchorage, la ciudad más grande de Alaska y con algo más de encanto que Fairbanks, pudimos ir al Heritage Native Museum, donde se conservan los únicos restos de cultura indígena que queda en todo el estado, allí descubrimos la supervivencia de los antiguos nativos, técnicas de caza, pesca, pieles y distintos tipos de casas dependiendo de la zona.
Nos faltaban por ver los pueblos costeros del sur, Homer y Valdez, donde el océano pacífico norte se mezcla con el mar de Bering. Allí pudimos apreciar la gran industria de pesca que tienen y cómo no, los barcos pesqueros de cangrejos del programa de televisión, Pesca Radical, pudimos ver el Bering Sea y el Time Bandit si veis el programa os sonarán. Así que no nos podíamos ir de aquí sin probar la gastronomía del norte, incluyendo el cangrejo real, y no nos defraudaron, las curradas que se pegan los pescadores, valen la pena, están deliciosos.
Homer es un pueblecito con mucho encanto, casitas de colores alzadas con pilares de madera situadas encima del mar. Llegamos a una playa para hacer noche y coincidimos con una celebración que no sabíamos bien bien qué era, así que nos fuimos a preguntar a la muchedumbre, allí nos informaron de que era una fiesta que hacían cada año de un colegio de Anchorage y rápidamente nos invitaron a unirnos a la fiesta, nos invitaron a probar las famosas nubes quemadas que salen en las pelis, y es que como ya he dicho anteriormente en otro post, los americanos las pelis las clavan.
Sí sí, las nubes están muy buenas, pero... ¿tenéis alguna cervecilla por ahí? Y es que a veces la vida tiene estas cosas, se lo fui a preguntar a un tipo que tenía una fábrica de cerveza en Anchorage, no dudó en sacarnos varias birras. Entre birra y birra empezó a temblar el suelo durante unos cinco segundos y pensé, recórcholis estoy bajo de fondo, llevo un par de birras y ya se me mueve todo, pero que va, lo sentimos todos, y nos dijeron que eso es bastante frecuente allí, simplemente, para ellos, había sido un terremoto, yo estaba flipando, nunca había sentido algo así bajo mis pies.
Entre birras y terremotos acabamos la fiesta y nos fuimos a dormir para, el día siguiente, emprender marcha hacia Valdez, un pueblo lleno de fiordos completamente nevados que lo cobijan de los fuertes vientos del golfo de Alaska, minucias para nosotros, “vivim a la cala”, allí nos pegamos unos buenos días de escalada en roca. Después de dejarnos los antebrazos en las paredes de Valdez, emprendimos marcha de vuelta a Canadá, todavía nos quedaba mucho trayecto por delante, y un poquito de sufrimiento, y es que llevo un buen rato mirando la aguja del marcador de gasolina, porque hace unos kilómetros que ha entrado en reserva y rezando para encontrar una gasolinera, ya que, en Alaska puedes tirarte cientos de kilómetros sin encontrar nada de nada, y de repente a lo lejos, avisto un techo con las letras TESORO, la marca de la gasolinera más famosa de Alaska, Fátima estamos salvados... ¿Salvados?, la gasolinera estaba cerrada, resulta que cerraba los martes, y estábamos a martes, bueno pues seguiremos rezando para que la gasolina que queda nos lleve al siguiente pueblo a unos 80 kilómetros, os puedo asegurar que fueron los 80 kilómetros más largos de mi vida, ya que iba viendo cómo bajaba la gasolina y no llegábamos. Carretera secundaria de Alaska, no pasa ni dios, sólo hay árboles, osos y demás criaturas salvajes, me veía cogiendo la tienda de campaña a cuestas y pegándonos un par de días de caminata. Creo que nos hemos llegado a fusionar tanto con nuestra furgoneta que también piensa por sí sola y de alguna manera administró la gasolina para llegar justiiiito al siguiente pueblo, donde pudimos llenar el depósito para salir de Alaska.
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