Después de nuestra experiencia en China, llegó el momento de Vietnam, parece mentira que estando tan cerca unos de los otros, sean tan diferentes.
Llegamos a Hanoi una tarde calurosa de noviembre, sólo salir del aeropuerto nos impactó la amabilidad y facilidad de toda la gente que nos íbamos encontrando, para ayudarnos. Ya no nos acordábamos de qué era esto, gracias a nuestros amigos chinos, y quedaba tan lejos la hospitalidad mongola...
Rápidamente nos dirigieron hacia un bus para llevarnos a la ciudad, donde nos hicieron descuento por ser dos personas, también nos cambiaron dinero a un buen precio y quisieron vendernos toda clase de excursiones y tours, ya que están muy acostumbrados y tienen muy claro la importancia que tiene el turismo en su país. Os recomendamos que no os dejéis llevar con las primeras ofertas, es mejor llegar a los sitios e ir viendo todas las propuestas, y así os iréis acostumbrando al regateo, ya que en Vietnam todo funciona regateando, al principio es un poco estresante, pero poco a poco le vas pillando la gracia y llega a ser hasta divertido.
Todo aquél que haya estado en Vietnam sabe qué es lo que más impacta al llegar a las ciudades como Hanoi....el tráfico, las motos, en cada esquina te juegas la vida para cruzar, te vienen por todos los lados a la vez, no respetan los carriles, ni los semáforos, ni mucho menos a los peatones, podríamos decir que aquí hay otras leyes,...o que no hay leyes. Es muy divertido ver este tráfico sentado en una terraza tomando una Hanoi Beer, uno que se cae, dos que se chocan, cinco tipos montados en una moto charlando,... y nunca pasa nada.
Hanoi es una ciudad llena de vida callejera y social, da igual que sea el día que sea o la hora que sea, los vietnamitas tanto de Hanoi como de todos los lugares donde hemos estado, viven en las calles, comen, juegan, charlan, duermen y beben café al estilo Saigón a todas horas, sentados en unas sillitas diminutas o de cuclillas, nosotros intentamos adquirir esta posición, pero no aguantamos más de 2 minutos así sin que se nos duerman las piernas. Todo esto acompañado de la clásica pipa vietnamita (sólo típica en el norte), hecha de bambú, que fuman a todas horas y no dudan en ofrecerte una caladita. Jordi tuvo el privilegio de probarla, menos mal que la mochila va llena y no cabe nada más, sino nos traemos 3 pipas.
Estábamos dudando de si ir al teatro de las marionetas de agua o no, menos mal que finalmente sí que fuimos, fue un espectáculo increíble, hecho con un gusto exquisito, música tradicional en vivo, movimientos sutiles y totalmente coordinados, te transportan a su mundo sin ningún tipo de problema. Allí conocimos el Dan Bau, un instrumento musical tradicional vietnamita, de cuerda, que suena realmente como una voz humana, la chica que lo tocaba era muy profesional y musical, menos mal que la mochila va llena y no cabe nada más, sino nos traemos 3 Dan Baus.
Os recomendamos que visitéis las calles que rodean el lago central en fin de semana a partir de las 18h, lo cierran al tráfico y la gente se sienta en mitad de la calle a charlar, cenar, montar juegos, tocar y cantar canciones, y además invitan a todo el mundo a participar de sus actividades, hay momentos en los que no te sientes extranjero, incluso dudas de si estás o no en casa.
De Hanoi nos fuimos a Halong, para poder visitar la tan conocida y fantástica bahía. Nos desplazamos en bus, que nos costó unos 6 euros por 200Km. pero resulta que los buses te dejan en el puerto de los ferrys y cruceros, de esta manera te obligan a coger un taxi cuando llegas y es que los vietnamitas lo tienen todo pensado, así trabajan autobuses y taxis. Siempre ganan, sino preguntadles a los americanos. En Halong llegó un poco de descanso que tanto nos merecíamos, pudimos ir a la playa, comer platos típicos de la zona con marisco, pescado y noodles por supuesto muy gustoso y apetecible todo. Todos los comercios, restaurantes, bares, casas,... están abiertos de par en par dando la sensación de invitarte a entrar, realmente es muy agradable incluso en muchos restaurantes cuando preguntas por el baño, directamente te dirigen a su casa, pasas por el comedor donde quizás hay un señor mayor viendo la tele, éste te saluda y tú sigues tu camino hacia el baño tan tranquilo. Esto sucede porque muchos locales comerciales utilizan la entrada de la casa para tener su negocio.
Y llegó el momento, uno de estos momentos mágicos que estamos teniendo durante nuestro viaje, te preparas para ver algo que has imaginado y que sabes que superará todo lo que tenías en mente. Te encuentras en un barco que poco a poco se va adentrando en la multitud de islas monolíticas llenas de vegetación, mezclada con altísimos acantilados de piedra calcárea, sin duda perfectos para escalar, aunque aquí no está permitido,...qué lástima. Un paisaje que te oxigena y te llena de vida.
En Halong, un echo importante que debemos recalcar es que el hotel tenía la Happy Hour, de 20 a 21h podías beber hasta 4 cervezas gratis,...igual que en Noruega, jajaja. Así que, gracias a Fátima, que tenía que curar su trauma noruego, a las 20 en punto, como un clavo, estábamos en el hotel, y aunque a alguna le resultaba un poco difícil, las 4 que caían.
Después de saciarnos de cerveza, continuamos nuestro viaje hacia el sur de Vietnam, nos paramos en Hue, una gran sorpresa. Nos encantó esta ciudad-pueblo, alquilamos una moto y así pudimos salir del pueblo, ir a otras zonas, adentrarnos un poco en las raíces vietnamitas, así que fuimos hacia la playa, a visitar la pagoda, las tumbas imperiales de una grandeza impresionante, el cauce del río perfume y acabamos jugando a la petanca con dos chicos vietnamitas, en un chiringuito donde podías beber un licor casero de....serpiente, lagarto o aborto de becerro,...era por la mañana y no estábamos para probar abortos de becerro, si nos lo encontramos en la Happy Hour, seguro que caen varios, así que escogimos unas coca-colas. Nosotros teníamos la sensación de estar viviendo las noches de verano de los años 80 y 90. Por la noche niños en las calles con el pijama jugando, la gente sentada en las sillas charlando, nos invitaron a sentarnos en un pequeño bar donde acabamos conociendo a la gente, charlando con ellos y cenando unos rollitos típicos vietnamitas que estaban buenísimos.
Al día siguiente, paseando, vimos un estudio de tatuaje y pudimos observar que el tatuador estaba en plena faena, fue tan fácil como entrar, comentarle que yo también soy tatuador y si podía ver su método de trabajo, aceptó gustosamente como buen vietnamita y pudimos intercambiar experiencias.
Después de unos días en Hue tomamos el bus cama hacia Hoi An, nada más llegar ya nos dimos cuenta de que era un sitio muy turístico, demasiado para nosotros. Es una pequeña ciudad con mucho encanto, que queda en segundo plano por la masificación de turistas. Aquí acabarás cansado de los vendedores ambulantes, propietarios de restaurantes, bares, tenderos que te invitan a comprar en sus tiendas insistentemente, aunque si lo miras bien, simplemente están haciendo su trabajo. En Hoi An también alquilamos una moto, ya que nos gusta mucho ir por libre y es una muy buena opción para conocer más aspectos de Vietnam que no sólo las ciudades y tours. Arrancamos nuestra moto y empezamos a recorrer la carretera, en unos quilómetros la moto empezó a derrapar, Jordi creyó que era el mismísimo Valentino Rossi,...pero no....habíamos pinchado, menos mal que pasó delante de un taller de motos y nos lo arreglaron en 10 minutos, así que con el parche en el neumático, nos fuimos adentrando en la selva, hasta llegar a las ruinas de My Son, una ciudad imperial del reino Champa de los siglos IV al XIII. Es increíble la sensación que tienes al pasear entre estas ruinas, se respira la historia, las paredes de ladrillo rojo impregnadas de vegetación totalmente húmeda y viva, parece que hablen y quieran contar todo lo que han vivido, te sientes parte de esta historia y sólo puedes dejarte abrazar por su magia.
Y sudando toda la belleza que habíamos visto, hasta ahora, en Vietnam, nos fuimos camino de Ho Chi Minh, o mejor conocida entre los vietnamitas como Saigón, la ciudad tomada por los americanos en la Guerra. Una locura, ya que es la ciudad con más motos del mundo, y nosotros, que nos gusta mucho la aventura, allá que fuimos a alquilar una moto, nunca en mi vida he tenido que conducir tan tenso y concentrado, mucho peor que en Ullan Bataar. Con nuestra moto, mucha agua y muchas dosis de cuidado nos dirigimos a Cu Chi, donde pudimos observar en primera persona por qué ganaron la guerra los vietnamitas, increíbles redes de túneles minúsculos en tres pisos de profundidad, trampas ingeniosas con mil detalles para no poder escapar de ellas, todo muy bien cuidado y respetado, para poder enseñarlo no sólo a los turistas, sino a ellos mismos y sus futuras generaciones, que el recuerdo no permita que se repitan más estas locuras, aunque el ser humano parece que olvida rápido.
Al volver de la visita nos fuimos a la plaza donde había una feria de comida vietnamita, rollitos, bahn mis, noodles, calamares, inclreíbles comidas, a cuál más buena y gustosa, siempre con chili. Íbamos comiendo de cada estante, volviéndonos locos, al terminar nos sentamos en un banquito para hacer la digestión, y como aquí siempre hay un ambiente impresionante, Jordi acabó jugando a la Indiaca con tres vietnamitas y un inglés (la indiaca es una especie de pelota pequeña de plástico con unas plumas, parecido a una pelota de bádminton, aquí se la pasan siempre con los pies, ellos consiguieron dos pases seguidos).
Esta mañana hemos tenido la suerte de ser aceptados en el aula de música popular y tecnológica del conservatorio de Saigón, lo que viene a ser el aula de saxofón, allí he podido disfrutar al máximo, como ya pasó en Mongolia, de ver distintas maneras y realidades que envuelven el mundo de este instrumento tan querido por mí. El poder acceder a las aulas, ver las clases que se imparten en distintos países me enriquece muchísimo y me hace replantear muchos aspectos profesionales de mi vida. El profesor y yo hemos podido charlar con calma de las distintas realidades y sus necesidades, robarnos uno al otro puntos de vista que mis alumnos y yo aprovecharemos sin duda en mi regreso.
Aquí estamos en Saigón, mañana ya dejamos este maravilloso país. Y como no somos nosotros quienes preparamos la ruta, sino que es el viaje quien nos dirige, nos vamos a Tailandia, ya que debíamos ir a la India a esperar nuestra ansiada furgoneta, pero, después de mil gestiones, finalmente no la aceptan en este país, por lo que ahora va camino de Los Ángeles, California.
Mientras llega a su destino, nosotros visitaremos Tailandia, Corea,....del sur y Japón.
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momentos de descanso |
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la pipa vietnamita |
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tráfico en Hanoi |
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fin de semana en Hanoi |
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todos podemos jugar con ellos |
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marionetas de agua |
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Happy Hour |
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Bahía de Halong |
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Bahía de Halong |
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paseo en Kayak por la bahía |
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bahía vista des de la isla más alta |
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restaurante en Halong |
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Hue |
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Río Perfume en las afueras de Hue |
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Partidita de petanca |
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licores de serpiente, lagarto y aborto de becerro |
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tumba de Tu duc Hue |
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playa en Hue |
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cenando Nem Lui |
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los amigos del restaurante |
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conociendo otros profesionales |
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My Son |
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mercado de Hoi An |
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Mercado de Saigon |
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Abertura de un túnel de Cu Chi |
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Aprendiendo siempre |
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