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domingo, 5 de marzo de 2017

Batiburrillo de acontecimientos

CAPÍTULO 1:
Estoy dentro de la furgo, con un café y un sándwich, tengo a Fátima a mi lado leyendo un libro de la trilogía de Millenium, el tintineo de las gotas de lluvia se oyen caer sobre el techo de la furgo, fuera está lloviendo y llevamos tres días así desde que visitamos Santa Cruz. Desde allí cogimos la carretera mítica California 1a que recorre toda la costa, el mar estaba embravecido y las olas rompían agresivas para deleite de algunos surferos que nos encontrábamos a nuestro paso, claro, estábamos en Santa Cruz, cómo no iba a haber surferos. No teníamos un largo viaje ese día, tan solo unos 80 Km. que es lo que separa Santa Cruz de la famosa San Francisco, por el camino fuimos haciendo algunas paradas para admirar el paisaje y la fuerza del pacífico, no sé por qué lo llamarán así, porque de pacífico no tiene nada. Después de deleitarnos viendo a los surferos haciendo de las suyas  sobre la cresta de la ola y darnos una duchita en unos lavabos de una playa, llegamos a la ciudad marcada en nuestro GPS.
Fuimos entrando por sus calles, enseguida me di cuenta de que San Francisco era diferente a todo lo que habíamos visto hasta ahora en US, mucha gente en la calle, diversidad de gustos y colores, edificios bajitos llenos de luces y tiendas de todo tipo, desde las típicas tiendas de licor hasta el restaurante más cool que te puedas imaginar, inacabables tiendas de ropa de todo tipo y antigüedades, así nos fuimos adentrando en el corazón de la ciudad hasta llegar a las famosas cuestas de San Francisco, en la tele se ven empinadas, pero en la realidad,¡¡¡ madre mía!!! son mucho más de lo que parecen, si vives en esta ciudad tienes que estar en forma, desde luego.
Nos costó un poco, entre cuesta y cuesta, encontrar un sitio para aparcar, que fuera gratis, y no se me ocurrió otra cosa que hacer una pequeña parada, justo delante de una de las calles más empinadas de la ciudad, para ver el GPS y orientarnos un poco para buscar una zona de aparcamiento. Me di cuenta de que a la furgo le iba a costar subir aquella enorme cuesta y, para más inri, desde que cogimos la furgo en Los Angeles que la primera marcha no entra casi nunca.
Ok, estaba preparado para afrontar la cuesta en esas circunstancias, creo que Fátima también lo estaba, ¿y la furgo? ¿lo estaba la furgo?, pensé, bueno vamos allá, tenemos unos 7 metros de plano que aprovecharemos para coger carrerilla, meto segunda y acelero a tope, esto marcha, subimos, ostia parece que le cuesta un poquillo, joder que no subimos,...y así fue, nos quedamos en medio de la cuestaca, estaba lloviendo, intentaba acelerar pero era imposible, la furgo en segunda no tenía fuerza para subir aquel subidón, para subidón el mío cuando miraba por el retrovisor y veía lo que teníamos que descender marcha atrás esquivando los coches que venían detrás nuestro, entonces le dije a Fátima:
- Fátima que no subimos!!!
-No diguis això, Què farem? Ai mare!!!
- Pues tendremos que bajar marcha atrás
-Segur? és molta costera la que hem de baixar
-Don't worry, lo volveremos a intentar

Entonces me dio por intentar meter primera, a ver si los planetas se alineaban y había suerte, no me preguntéis cómo, pero entró, empecé a acelerar a tope, el suelo estaba mojado, las ruedas empezaron a derrapar, la furgo se iba hacia los lados, varios ciudadanos que había por allí fliparon bastante con el "cinet" que montamos en la costereta de los...
Ok las ruedas empezaron a agarrar poco a poco, y la furgo con las revoluciones a tope, como un buen fiestero de los noventa, alcanzó la cima. Creo que estábamos en lo más alto de San Francisco, allí estaba nuestra recompensa de aparcamiento gratis sin limitación de tiempo, algo que es difícil en las grandes ciudades americanas.
Una vez aparcados y relajados, después del estrés anterior, nos pusimos nuestras mejores mudas y fuimos a conocer la ciudad.
En tejanos y con camiseta negra fuimos bajando hasta el centro, allí pudimos ver la gran diferencia entre San Francisco y el resto de ciudades que hemos visto hasta ahora en US. Aunque sea el Pacífico, una esencia mediterránea inunda la ciudad, buen vino, buena comida, terrazas al solecito y mucha gente en la calle. Esa tarde recorrimos gran parte del centro, sus calles pintadas de rojo por donde pasan los típicos tranvías que ahorran a los turistas las enormes subidas que ya conocéis por el módico precio de 7$ el viaje. También tuvimos la suerte de poder juntarnos un rato con los autóctonos, ya que en una céntrica plaza daban comida de la beneficencia, vimos que en la cola había muchos vagabundos, pero también había gente del barrio que no necesitaba ninguna ayuda y también estaban en la cola, ok, allá que nos fuimos con todos ellos a degustar un buen plato de arroz con verduras al curry, fue una buena experiencia sentarnos entre vagabundos y vecinos del barrio a comernos nuestro arroz y charlar un rato con ellos.
Los siguientes días teníamos tarea por delante, ya que nos gustaba mucho la ciudad y no queríamos dejarnos nada por ver, el centro de San Francisco está muy concentrado y tienes muchas opciones y diversidad de cosas, pero hay varios barrios que hay que ver y están muy separados del centro, entre ellos te deleitarás con sus famosas casas victorianas de techos escarpados y muy decoradas como las famosas Pinted Ladies.
Teníamos que ver Ashbury, el barrio que albergó a tantos hippies en los setenta, donde también vivió Jimi  Hendrix, hoy en día puedes ver alguna vieja gloria del movimiento setentero y algún que otro jovencillo que intenta revivir aquellos años sin mucho éxito. El barrio ahora está lleno de modernos hipsters por doquier deambulando de un local a otro a ver quién es más cool, locales decorados con mucho gusto que te invitan a entrar y disfrutar del ambiente con una copa de vino en mano. Yo recomiendo ver este barrio por la noche ya que hay mucho más ambiente y los letreros de neón iluminan toda la calle, haciéndolo más especial si cabe. También encontraréis en cada esquina a interminables vagabundos, pero esto ya no lo resalto, porque viene siendo lo más normal del mundo, bueno lo más normal de este mundo, el mundo yankee.
Por supuesto que también teníamos que ver el barrio de Castro, el barrio de gay más famoso del mundo, te darás cuenta de que estás llegando a él desde cientos de metros antes, ya que una inmensa bandera del arco iris recibe a sus visitantes desde la calle market, también sus pasos de cebra pintados con los mismos colores te hacen saber dónde estás, un barrio muy colorido con diferentes músicas que cambian conforme avanzas y sobretodo, cómo no, muchos hombres.

Bueno, después de unos días sin escribir vuelvo a hacerlo, esta vez desde Seattle.
CAPÍTULO 2:
Después de patearnos San Franciso, sólo nos quedaba una cosa por ver, cómo no, el Golden Gate, el famoso puente rojo de un solo arco. Después de disfrutarlo un rato desde la costa, donde se puede fotografiar de todas las maneras, decidimos que no podíamos abandonar la ciudad por otro sitio, y así dejamos atrás San Francisco, cruzando el Golden Gate con un nuestra furgo.
Del rojo puente nos fuimos a buscar el rojo vino, el rojo vino del Valle de Nappa, donde se concentran los mayores viñedos de California y sus respectivas bodegas donde podrás elegir entre ellas la que más te guste para hacer una cata de vinos californianos. En la oficina de información local os recomendaran buenas bodegas para visitar. Ok, allá que nos fuimos entre viñas y bodegas a hacer nuestra cata de vinos, elegimos una bodega que ofrecía un 2x1, pensando que estaría bien, pero cuál fue nuestra sorpresa cuando en la carta podías elegir entre varios vinos premiados con medallas de oro, y la verdad es que todos los que probamos nos gustaron bastante, pero tengo que decir que no superan a los vinos de nuestra tierra, Priorat, Montsant, etc.
Seguidamente a nuestra cata nos fuimos a degustar un buen menú en uno de los restaurantes chic del valle. El rojo del vino pasó a nuestros coloretes y contentillos que nos fuimos a pasear por el pueblo, llegamos a la furgo de noche y decidimos aparcar en el mismo sitio que los dos días anteriores, nos acomodamos en nuestra furgo y a ver una serie en el ordenador. Supongo que una furgo sin ventanas y con matrícula extraña, tres días en el mismo sitio de un pueblo pequeño y refinado no pasa desapercibida, ya que cuando estábamos metidos en nuestros sacos empezamos a ver unas luces que asomaban por las ventanas, entonces le dije a Fátima:
- Fátima ¿qué diantres es eso? ¿rayos? ¿centellas? ¿ovnis?
- No Jordi, crec que és la policía
- ¿Cómo, la poli? ¿Qué querrán estos ahora con lo bien que estoy yo dentro de mi saco?

De repente,...toc toc toc nos estaban picando a las doce de la noche en la puerta de nuestra furgoneta
- Somos la policía, ¿qué hacen ustedes aquí?
- Pues mire agente estamos viajando alrededor del mundo, no hemos encontrado ningún camping cerca y hemos decidido aparcar aquí.

Ok después de comprobar nuestros pasaportes y el interior de la furgo con sus linternas nos dejaron pasar allí la noche con la condición de que al día siguiente nos marcháramos. Esto no fue ningún problema, porque era lo que teníamos planeado, dejar el valle de Nappa para poner rumbo al parque nacional de Redwood, un parque nacional que está pegado a la costa y hay playas abrazadas por enormes bosques de Secuoyas grandísimas. Aparcamos para dormir varios días en un acantilado de unos 60 metros de alto, allí podíamos escuchar las olas del océano rompiendo como bombas lejanas en una guerra. Por la mañana me levanté, cogí mis prismáticos y me puse a avistar leones marinos a unos 70 metros de la costa, jugaban por encima de la ola como si fueran surferos de Santa Cruz, y de repente, entre todos ellos y rompiendo de placer mis binóculos, apareció del agua una enorme ballena saltando y dando media vuelta para destrozar la ola con su espalda, me puse a gritar como un poseso en pleno exorcismo, mientras que al lado saltaba otra ballena y un poco más allá otra más. Qué regalo más bonito nos hizo la naturaleza aquel día, más tarde, hablando con el ranger del parque nacional, nos dijo que habíamos tenido mucha suerte, porque aún era temprano para verlas.
Dejando atrás a nuestras amigas, con la esperanza de volver a verlas en Alaska, cruzamos de estado, desde California hacia Oregon, donde pasamos varios días visitando pueblos pesqueros que nos invitaban a tener un poco de añoranza del magnífico sitio en el que vivimos, allí coincidimos con una feria de marisco y vino, esta feria nos decepcionó un poco, porque esperábamos que la gente se lo pasara como se tiene que pasar en una feria, pero si de algo me he dado cuenta en este viaje, es que hay pocos sitios que lo sepan hacer tan bien como nosotros, sin duda somos los mejores en pasarlo bien.
Visitamos Astoria, el pueblo donde se rodó la película Los Goonies, que tiene su magia cuando el sol se esconde por detrás del viejo puente y cae al mar.

Capítulo 3:
Y hasta hoy que vuelvo a escribiros desde Seattle, una ciudad que tiene algo parecido a un casco antiguo, pero sólo parecido, recordad que estamos en USA, aunque no le falta el ambiente en las calles y para los que les guste, cosa que a mí no, aquí podréis tomaros un café en el primer Starbucks de la historia, que es lo que voy a hacer yo ahora mismo en mi furgoneta, tomarme un café y un sándwich y a leer un rato Millenium.
san francisco

san francisco painted ladies

Golden gate

Valle de Nappa

Atardecer en Astoria

El renacido a la caza del oso
Parque Nacional Olympic

Seattle


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