Translate

sábado, 3 de junio de 2017

Canadá desde dentro

Buenas tardes des de Winnipeg, en el centro sur de Canadá, en el estado de Manitoba, estamos a 33 grados, en una furgo preparada para aislar el frío,...estamos bastante calentitos, pero nada que no pueda arreglar un helado de chocolate.
Ya hemos pasado pueblos y algún estado que nos ha costado bastante poder deletrear, como Saskatchewan, y ahora ya nos empezamos a acercar al este de Canadá: Quebec, el lago superior, Toronto, Ottawa, Niágara, Nueva Escocia y mil sitios más que darán para otro post.
La bajada desde Alaska, en un principio, parecía que no nos iba a aportar nada nuevo de lo que ya habíamos visto. Pues bien, pasada la frontera volvimos a Whitehorse, para hacer la revisión de la furgoneta y prepararnos para el viaje, allí nos encontramos con unos cuantos viajeros europeos, con sus propios vehículos, gracias a una compañía alemana, la gente puede transportar sus vehículos a través del atlántico. Conocimos a holandeses que venían de pasar tres años por África, suizos, alemanes, franceses, una pareja de Tarragona. Para nosotros encontrar a toda esta gente fue una alegría, hace tiempo que dejamos de hablar de nuestra casa como algo determinado en un pequeño punto del mapa, desde Mongolia que nuestra casa es Europa, y encontrar a gente de allí nos hace sentir muy bien, y es recíproco, en cuanto nos encontramos entre europeos aparcamos unos al lado de los otros y nos ponemos a hablar. Normalmente estos viajeros son parejas mayores que se han jubilado y deciden hacer realidad sus sueños, a estas parejas las reconoces porque las envuelve un aura de tranquilidad y de...me da igual todo lo que pase. Les preguntamos cuál es su ruta y nos dicen...no sé ya veremos, cuándo piensan volver... no sé ya veremos, cómo tienen el presupuesto...no sé ya veremos,...claro...cobran la pensión y viven lo que les toca vivir ahora.
La bajada de Canadá, por varias razones, está siendo un viaje un poco más profundo hacia nosotros mismos, bueno, por lo menos para mí. El Yukon, el norte de la Columbia Británica y de Alberta son estados que mientras estás pasando por ellos crees que no tienen nada de especial, aunque te encuentras cantidades innumerables de osos, bisontes, alces, zorros, linces, cabras salvajes, millones de ardillas y águilas, todos paseando por la carretera, por el arcén, y todas las caravanas, coches y camiones nos paramos a observar desde la distancia. Es indescriptible la sensación que te produce parar la furgoneta y que pase justo por el lado de tu ventanilla un bisonte que podría aplastarte, sin mirarte, ignorándote...o por lo menos eso parece.
El respeto hacia estos animales es enorme, es increíble ver a un camionero que lleva días de viaje parar su enorme camión para ver a una pareja de osos comiendo, con la misma cara que ponemos los viajeros que nunca en nuestras vidas hemos visto a un oso en libertad. Los animales se sienten libres y propietarios de estos espacios, y los canadienses respetan esa propiedad. Además, como es el aniversario de los 150 años de independencia de Canadá, todos los parques nacionales son gratuitos y puedes ir metiéndote de uno al otro sin pagar y disfrutando de todo lo que te puede dar cada estado.
Los coches nos pitan por la carretera para saludarnos cuando ven nuestra matrícula, dándonos la bienvenida a su país, cuando hablamos con la gente de los pueblos nos ayudan, nos preguntan y charlan con nosotros con ganas de saber nuestras vidas, realmente los canadienses son personas muy abiertas, respetuosas y tolerantes, por lo menos los canadienses del oeste, ya veremos en el este cómo son.
Estuvimos una semana en el pueblo de Tumbler Ridge, escalando, caminando y viendo cascadas de mil verdes y azules, conociendo gente y dejando pasar la vida con calma, sin prisa.
El oeste de Canadá es salvaje, libre y lleno de naturaleza, cuando ya has pasado por él y te vas alejando te llena una sensación de vacío, de añoranza hacia ese territorio, es muy difícil explicarlo: cuando estaba allí, al principio decía, ¿qué hace la gente aquí?, ahora, desde la distancia entiendo que si has pisado esta zona no puedes dejarla, se queda pegada dentro de ti, naturaleza en estado puro y sin darte cuenta, te engancha y te hace formar parte de ella, no eres un mero espectador, eres eso que ves.
Llegó el momento de dejar paso a la civilización, de nuevo, y llegamos a Edmonton, en un principio parecía una ciudad típica americana, construida a lo ancho y sin mucha vida en las calles, hasta que llegamos a la Whyte Avenue, y allí estaban esperándonos con los brazos abiertos, gente, terrazas al sol, cervecitas fresquitas, nos miramos, aparcamos y nos fuimos a disfrutar del ambiente, el mercado de los agricultores, con millones de comidas para probar gratis, gente en las plazas tocando, y una terraza que vimos en la que casi entramos como un tornado, nos pedimos una pinta y unos nachos.
Con las gafas de sol y los tirantes estaba feliz y relajada, hasta que vi la cara de Jordi que se estaba transformando, creía que detrás de mí había un oso de los que habíamos visto. Le pregunté qué estaba pasando, pero Jordi no podía hablar, sólo tenía la mirada de flipado y la boca abierta, vi pasar a dos tipos, uno con la cabeza teñida como un leopardo, y Jordi les seguía con la mirada, con la boca abierta, yo pensé,...tampoco es para tanto ver a alguien con la cabeza teñida, anda que no hemos visto cosas con lo que llevamos de viaje,...pues no,...resulta que eran los Red Hot Chilli Peppers, que los habíamos tenido detrás tomándose una cerveza. Todo el día estuve escuchando:¡Uaauuu los Red Hot, qué fuerte!.
El domingo hicimos lo que hace un buen edmontense, pasamos el día en el parque, comimos debajo de un árbol y vimos partidos de baseball, nos llamó la atención que en cada equipo había hombres y mujeres de todas las edades y muy distintos entre ellos, preguntamos y nos explicaron que son los trabajadores y jefes de empresas que juegan una liguilla de baseball cada domingo por la tarde, todos tenían que pasar por la posición de bateador y catcher, algunos iban de profesionales y otros se veía que nunca habían cogido un bate, pero todos jugaban juntos. Fue muy entretenido, sobretodo cuando vinieron unos chicos, con un cochecito con música, a repartir helados gratis, allí enseguida nos pusimos a la cola de los helados.
Pasamos un par de días en Edmonton y seguimos nuestro camino hacia el este, que parece que no, pero Candá también tiene sus kilometrillos de costa a costa. Poco a poco llegamos al Riding Mountain National Park, un parque nacional que abarca varios lagos y zonas de caminatas. Allí conocimos a Monika y Ernst, una pareja de suizos que habían empezado su viaje, al igual que los anteriores viajeros que nos habíamos encontrado en Whitehorse. Enseguida nos pusimos a hablar y terminamos tomando unas cervezas y cenando juntos. Nos sentimos realmente fascinados por ellos, nos contaban sus vidas y nosotros no podíamos hacer más que escuchar, dónde habían vivido, lugares por donde habían estado. Por la noche estuve pensando, ¿podremos ser como ellos algún día? Siendo más mayores encontrar a alguien joven con quien compartir nuestras historias, reírnos de ellas y darte cuenta que puedes estar hablando horas y horas de tu vida, sin que nadie pueda aburrirse. No sé si llegará ese momento, me encantaría, aunque lo que tengo claro es que estamos haciendo todo lo posible para que así sea.

y de más cerca que los hemos visto

pasamos un par de días en unas aguas termales


en sitios como este dormimos por las noches

ya podemos decir que hemos estado en el principio y el fin de la Alaska Highway

cascadas en Tumbler Ridge

Impresionante la fuerza del agua

Edmonton

domingo de parque en Edmonton

Riding Mountain National Park

Riding Mountain National Park

Y así nos tomamos la vida