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sábado, 3 de junio de 2017

Canadá desde dentro

Buenas tardes des de Winnipeg, en el centro sur de Canadá, en el estado de Manitoba, estamos a 33 grados, en una furgo preparada para aislar el frío,...estamos bastante calentitos, pero nada que no pueda arreglar un helado de chocolate.
Ya hemos pasado pueblos y algún estado que nos ha costado bastante poder deletrear, como Saskatchewan, y ahora ya nos empezamos a acercar al este de Canadá: Quebec, el lago superior, Toronto, Ottawa, Niágara, Nueva Escocia y mil sitios más que darán para otro post.
La bajada desde Alaska, en un principio, parecía que no nos iba a aportar nada nuevo de lo que ya habíamos visto. Pues bien, pasada la frontera volvimos a Whitehorse, para hacer la revisión de la furgoneta y prepararnos para el viaje, allí nos encontramos con unos cuantos viajeros europeos, con sus propios vehículos, gracias a una compañía alemana, la gente puede transportar sus vehículos a través del atlántico. Conocimos a holandeses que venían de pasar tres años por África, suizos, alemanes, franceses, una pareja de Tarragona. Para nosotros encontrar a toda esta gente fue una alegría, hace tiempo que dejamos de hablar de nuestra casa como algo determinado en un pequeño punto del mapa, desde Mongolia que nuestra casa es Europa, y encontrar a gente de allí nos hace sentir muy bien, y es recíproco, en cuanto nos encontramos entre europeos aparcamos unos al lado de los otros y nos ponemos a hablar. Normalmente estos viajeros son parejas mayores que se han jubilado y deciden hacer realidad sus sueños, a estas parejas las reconoces porque las envuelve un aura de tranquilidad y de...me da igual todo lo que pase. Les preguntamos cuál es su ruta y nos dicen...no sé ya veremos, cuándo piensan volver... no sé ya veremos, cómo tienen el presupuesto...no sé ya veremos,...claro...cobran la pensión y viven lo que les toca vivir ahora.
La bajada de Canadá, por varias razones, está siendo un viaje un poco más profundo hacia nosotros mismos, bueno, por lo menos para mí. El Yukon, el norte de la Columbia Británica y de Alberta son estados que mientras estás pasando por ellos crees que no tienen nada de especial, aunque te encuentras cantidades innumerables de osos, bisontes, alces, zorros, linces, cabras salvajes, millones de ardillas y águilas, todos paseando por la carretera, por el arcén, y todas las caravanas, coches y camiones nos paramos a observar desde la distancia. Es indescriptible la sensación que te produce parar la furgoneta y que pase justo por el lado de tu ventanilla un bisonte que podría aplastarte, sin mirarte, ignorándote...o por lo menos eso parece.
El respeto hacia estos animales es enorme, es increíble ver a un camionero que lleva días de viaje parar su enorme camión para ver a una pareja de osos comiendo, con la misma cara que ponemos los viajeros que nunca en nuestras vidas hemos visto a un oso en libertad. Los animales se sienten libres y propietarios de estos espacios, y los canadienses respetan esa propiedad. Además, como es el aniversario de los 150 años de independencia de Canadá, todos los parques nacionales son gratuitos y puedes ir metiéndote de uno al otro sin pagar y disfrutando de todo lo que te puede dar cada estado.
Los coches nos pitan por la carretera para saludarnos cuando ven nuestra matrícula, dándonos la bienvenida a su país, cuando hablamos con la gente de los pueblos nos ayudan, nos preguntan y charlan con nosotros con ganas de saber nuestras vidas, realmente los canadienses son personas muy abiertas, respetuosas y tolerantes, por lo menos los canadienses del oeste, ya veremos en el este cómo son.
Estuvimos una semana en el pueblo de Tumbler Ridge, escalando, caminando y viendo cascadas de mil verdes y azules, conociendo gente y dejando pasar la vida con calma, sin prisa.
El oeste de Canadá es salvaje, libre y lleno de naturaleza, cuando ya has pasado por él y te vas alejando te llena una sensación de vacío, de añoranza hacia ese territorio, es muy difícil explicarlo: cuando estaba allí, al principio decía, ¿qué hace la gente aquí?, ahora, desde la distancia entiendo que si has pisado esta zona no puedes dejarla, se queda pegada dentro de ti, naturaleza en estado puro y sin darte cuenta, te engancha y te hace formar parte de ella, no eres un mero espectador, eres eso que ves.
Llegó el momento de dejar paso a la civilización, de nuevo, y llegamos a Edmonton, en un principio parecía una ciudad típica americana, construida a lo ancho y sin mucha vida en las calles, hasta que llegamos a la Whyte Avenue, y allí estaban esperándonos con los brazos abiertos, gente, terrazas al sol, cervecitas fresquitas, nos miramos, aparcamos y nos fuimos a disfrutar del ambiente, el mercado de los agricultores, con millones de comidas para probar gratis, gente en las plazas tocando, y una terraza que vimos en la que casi entramos como un tornado, nos pedimos una pinta y unos nachos.
Con las gafas de sol y los tirantes estaba feliz y relajada, hasta que vi la cara de Jordi que se estaba transformando, creía que detrás de mí había un oso de los que habíamos visto. Le pregunté qué estaba pasando, pero Jordi no podía hablar, sólo tenía la mirada de flipado y la boca abierta, vi pasar a dos tipos, uno con la cabeza teñida como un leopardo, y Jordi les seguía con la mirada, con la boca abierta, yo pensé,...tampoco es para tanto ver a alguien con la cabeza teñida, anda que no hemos visto cosas con lo que llevamos de viaje,...pues no,...resulta que eran los Red Hot Chilli Peppers, que los habíamos tenido detrás tomándose una cerveza. Todo el día estuve escuchando:¡Uaauuu los Red Hot, qué fuerte!.
El domingo hicimos lo que hace un buen edmontense, pasamos el día en el parque, comimos debajo de un árbol y vimos partidos de baseball, nos llamó la atención que en cada equipo había hombres y mujeres de todas las edades y muy distintos entre ellos, preguntamos y nos explicaron que son los trabajadores y jefes de empresas que juegan una liguilla de baseball cada domingo por la tarde, todos tenían que pasar por la posición de bateador y catcher, algunos iban de profesionales y otros se veía que nunca habían cogido un bate, pero todos jugaban juntos. Fue muy entretenido, sobretodo cuando vinieron unos chicos, con un cochecito con música, a repartir helados gratis, allí enseguida nos pusimos a la cola de los helados.
Pasamos un par de días en Edmonton y seguimos nuestro camino hacia el este, que parece que no, pero Candá también tiene sus kilometrillos de costa a costa. Poco a poco llegamos al Riding Mountain National Park, un parque nacional que abarca varios lagos y zonas de caminatas. Allí conocimos a Monika y Ernst, una pareja de suizos que habían empezado su viaje, al igual que los anteriores viajeros que nos habíamos encontrado en Whitehorse. Enseguida nos pusimos a hablar y terminamos tomando unas cervezas y cenando juntos. Nos sentimos realmente fascinados por ellos, nos contaban sus vidas y nosotros no podíamos hacer más que escuchar, dónde habían vivido, lugares por donde habían estado. Por la noche estuve pensando, ¿podremos ser como ellos algún día? Siendo más mayores encontrar a alguien joven con quien compartir nuestras historias, reírnos de ellas y darte cuenta que puedes estar hablando horas y horas de tu vida, sin que nadie pueda aburrirse. No sé si llegará ese momento, me encantaría, aunque lo que tengo claro es que estamos haciendo todo lo posible para que así sea.

y de más cerca que los hemos visto

pasamos un par de días en unas aguas termales


en sitios como este dormimos por las noches

ya podemos decir que hemos estado en el principio y el fin de la Alaska Highway

cascadas en Tumbler Ridge

Impresionante la fuerza del agua

Edmonton

domingo de parque en Edmonton

Riding Mountain National Park

Riding Mountain National Park

Y así nos tomamos la vida



lunes, 15 de mayo de 2017

Alaska, the last frontier

CAPÍTULO 1:
Llevo un buen rato mirando la aguja del marcador de gasolina, porque hace unos kilómetros que ha entrado en reserva y rezando para encontrar una gasolinera, ya que, en Alaska puedes tirarte cientos de kilómetros sin encontrar nada de nada, y de repente, a lo lejos, avisto un techo con las letras TESORO, la marca de la gasolinera más famosa de Alaska. Fátima, estamos salvados...

CAPÍTULO 2:
-¡Necesitáis visa!
-¿Cómo?
-Que necesitáis visa para entrar en Alaska
-Fátima, que este señor dice que necesitamos Visa para entrar enAlaska, que el E.S.T.A. sólo es válido para entrar por aire o por mar.
Así fue nuestro recibimiento en la frontera de Canadá con Alaska, nos hicieron parar el coche y entrar a las oficinas para aclarar la situación, porque nosotros pensábamos que con el E.S.T.A. era suficiente para entrar en Alaska, pero resulta que sólo es válido si entras por aire o por mar. Tened esto en cuenta si llegáis por tierra a Alaska.
Al entrar a la oficina nos dijeron que el sitio más cercano para tramitar la visa era Vancouver, a unos 3.000Km de distancia, por supuesto le dijimos que no íbamos a hacer 6.000Km para entrar en Alaska. Después de explicarle nuestro viaje y enseñarle nuestra ruta el agente nos dijo que iba a hacer una llamada a su superior a ver si podía arreglarlo de alguna manera, después de unos intensos minutos viéndolo hablar por teléfono nos dijo, como si un abuelo regañara a su nieto, tenéis un mes de visa ,y nos la tramitaron allí mismo.
Con la visa debajo del brazo nos adentramos en Alaska, allí estaban, dándonos la bienvenida, un grupo de alces y un zorro que nos advertían de lo salvaje que es. Kilómetros y kilómetros de bosque, lagos, ríos y paisajes de lo más inhóspito que hemos visto hasta ahora.
Después de 250 kilómetros llegamos al primer pueblo habitado, allí paramos en una área de servicio y nos cruzamos con una auto-caravana con matrícula holandesa, el señor nos paró y nos comentó que nos había visto en Watson Lake, un pueblo de Canadá que está a unos 2.000 kilómetros de donde estábamos, ¡vaya puntazo!, estuvimos charlando y cambiando experiencias sobre nuestros viajes. Después de hacer noche nos dirigimos hacia Fairbanks (decidimos hacer nuestra ruta alaskeña de norte a sur), de camino a la segunda ciudad más grande de Alaska nos cruzamos con alces, osos, ardillas, zorros y un letrero que ponía: prohibido parar, prohibido hacer fotos, prohibido hacer videos, prohibido reducir la velocidad, prohibido prohibido, ¡joder!, ¿y esto es el país de las libertades?, ¡si está todo prohibido! Y es que resulta que a unos kilómetros apareció de la nada una pedazo de base aérea militar con todos sus cazas y todos los modelos de aviones que os podáis imaginar, todos bien aparcaditos, preparados por si el koreano se pone tonto. Así llegamos a Fairbanks, una ciudad que nos decepcionó un poco, una ciudad sin casco urbano, ni gente por la calle, tan sólo algunos indígenas borrachillos por ahí desperdigados, y es que supongo que vivir 8 meses al año a -40 grados y con tres horas de luz al día no tiene que ser fácil.
Dando un paseo encontramos un restaurante muy auténtico, donde servían comida casera, aprovechamos para probar el famoso salmón de Alaska, camino de la furgoneta Fátima me dijo que empezaba a notar síntomas de alergia (para los que no lo sepáis, Fátima es alérgica a bastantes alimentos) nos apresuramos para llegar a la furgo, una vez allí se tomó los medicamentos, pero pasaba el rato y no le hacían nada, entonces me dijo,...
-Creo que me tendrás que pinchar la adrenalina porque esto va a más.
-Qué dices, ¿seguro?
-Sí sí, la voy preparando
Mientras que ella preparaba la adrenalina yo me puse a buscar el hospital en el GPS, por si teníamos que acercarnos.
-esto ya está preparado para pincharme
-¿seguro que quieres que te pinche?
-sí sí pínchame que esto va a más
-¿sí, seguro?
-Que sí coño pínchame yaaaa
-Ok, 3 2 1....¡¡¡pulp fiction!!!

Después de recrear, más o menos, la escena de la peli, por seguridad, nos fuimos al parking del hospital, ya que con la adrenalina era suficiente para controlar el ataque. Estuvimos media hora allí aparcados y Fátima se empezó a hinchar, así que nos fuimos para adentro a urgencias. Cuando llegamos al mostrador Fátima ya era Son goku a la cuarta potencia de superguerrer, casi no se le veían los ojos y roja como el puente de San Francisco. Nos atendieron rápidamente, nos metieron en un box y le pincharon la medicación que en unos minutos la calmó. Tuvimos la gran suerte de que todo esto nos pasó en una ciudad y no cuando estamos por ahí perdidos. Los dos siguientes días hicimos poco más que relajarnos para que Fátima se recuperara del todo.

CAPÍTULO 3:
Con Fátima completamente recuperada, nos despertamos para ir a la clásica Dalton Highway, considerada una de las carreteras más peligrosas del mundo, pero antes se nos acercó un chico pidiéndonos ayuda para arrancar su auto-caravana, cómo no, nosotros nos hemos visto en esta situación varias veces, y se agradece mucho que te ayuden, así que después de arrancar la caravana del colega nos fuimos para el norte.
Teníamos idea de hacer unos 200 kilómetros de la Dalton Highway, pero una vez llegamos allí nos dimos cuenta que no íbamos a hacer ni 20, ya que es una carretera toda de tierra, llena de baches y unas cuestas que no podíamos pasar ni de tercera, todavía nos quedan miles de kilómetros de viaje y tenemos que cuidar nuestra maravillosa furgoneta. Así que emprendimos camino al sur.
-¿Te parece bien que paremos aquí hoy para hacer noche? Parece bastante tranquilito
- Sí Jordi, estamos en Alaska, aquí todo es bastante tranquilo.

De repente ¡BUUM! ¡BUUM! ¡RATATATATA!
-Madre mía Fàtima, ¿Alaska tranquila? ¿Qué rayos es eso? Me parece que el koreano se ha puesto
tonto antes de tiempo.
Dimos un paseo para estirar las piernas, y a unos cincuenta metros de nosotros encontramos a unos señores practicando el deporte más famoso de EEUU, disparar como locos, les dijimos si podíamos echar un vistazo mientras disparaban, y nos dijeron, con gran orgullo y satisfacción, que por supuesto y es que, no veas como les gustan las pistolitas. Uno de ellos nos dijo que estaba probando una metralleta que se había comprado nueva, al ver mi cara de flipe el tipo se fue a su camioneta y sacó dos metralletas más para enseñárnoslas, y es que, vuelvo a repetir, no veas como les gustan las pistolitas a estos americanos. Después de dormir con un ojo abierto, por si acaso se escapaba algún tiro hacia nosotros, nos dirigimos hacia el Parque Nacional de Denali, donde se encuentra el pico más alto de Norte América, anteriormente llamado Mc. Kintley y actualmente llamado Denali, ya que Obama decidió cambiarle el nombre en honor a los indígenas de la zona, por lo que hemos sabido, no hace mucha gracia a los alaskeños que no son indígenas.
Seguimos nuestra ruta en busca de Anchorage, la ciudad más grande de Alaska y con algo más de encanto que Fairbanks, pudimos ir al Heritage Native Museum, donde se conservan los únicos restos de cultura indígena que queda en todo el estado, allí descubrimos la supervivencia de los antiguos nativos, técnicas de caza, pesca, pieles y distintos tipos de casas dependiendo de la zona.
Nos faltaban por ver los pueblos costeros del sur, Homer y Valdez, donde el océano pacífico norte se mezcla con el mar de Bering. Allí pudimos apreciar la gran industria de pesca que tienen y cómo no, los barcos pesqueros de cangrejos del programa de televisión, Pesca Radical, pudimos ver el Bering Sea y el Time Bandit si veis el programa os sonarán. Así que no nos podíamos ir de aquí sin probar la gastronomía del norte, incluyendo el cangrejo real, y no nos defraudaron, las curradas que se pegan los pescadores, valen la pena, están deliciosos.
Homer es un pueblecito con mucho encanto, casitas de colores alzadas con pilares de madera situadas encima del mar. Llegamos a una playa para hacer noche y coincidimos con una celebración que no sabíamos bien bien qué era, así que nos fuimos a preguntar a la muchedumbre, allí nos informaron de que era una fiesta que hacían cada año de un colegio de Anchorage y rápidamente nos invitaron a unirnos a la fiesta, nos invitaron a probar las famosas nubes quemadas que salen en las pelis, y es que como ya he dicho anteriormente en otro post, los americanos las pelis las clavan.
Sí sí, las nubes están muy buenas, pero... ¿tenéis alguna cervecilla por ahí? Y es que a veces la vida tiene estas cosas, se lo fui a preguntar a un tipo que tenía una fábrica de cerveza en Anchorage, no dudó en sacarnos varias birras. Entre birra y birra empezó a temblar el suelo durante unos cinco segundos y pensé, recórcholis estoy bajo de fondo, llevo un par de birras y ya se me mueve todo, pero que va, lo sentimos todos, y nos dijeron que eso es bastante frecuente allí, simplemente, para ellos, había sido un terremoto, yo estaba flipando, nunca había sentido algo así bajo mis pies.
Entre birras y terremotos acabamos la fiesta y nos fuimos a dormir para, el día siguiente, emprender marcha hacia Valdez, un pueblo lleno de fiordos completamente nevados que lo cobijan de los fuertes vientos del golfo de Alaska, minucias para nosotros, “vivim a la cala”, allí nos pegamos unos buenos días de escalada en roca. Después de dejarnos los antebrazos en las paredes de Valdez, emprendimos marcha de vuelta a Canadá, todavía nos quedaba mucho trayecto por delante, y un poquito de sufrimiento, y es que llevo un buen rato mirando la aguja del marcador de gasolina, porque hace unos kilómetros que ha entrado en reserva y rezando para encontrar una gasolinera, ya que, en Alaska puedes tirarte cientos de kilómetros sin encontrar nada de nada, y de repente a lo lejos, avisto un techo con las letras TESORO, la marca de la gasolinera más famosa de Alaska, Fátima estamos salvados... ¿Salvados?, la gasolinera estaba cerrada, resulta que cerraba los martes, y estábamos a martes, bueno pues seguiremos rezando para que la gasolina que queda nos lleve al siguiente pueblo a unos 80 kilómetros, os puedo asegurar que fueron los 80 kilómetros más largos de mi vida, ya que iba viendo cómo bajaba la gasolina y no llegábamos. Carretera secundaria de Alaska, no pasa ni dios, sólo hay árboles, osos y demás criaturas salvajes, me veía cogiendo la tienda de campaña a cuestas y pegándonos un par de días de caminata. Creo que nos hemos llegado a fusionar tanto con nuestra furgoneta que también piensa por sí sola y de alguna manera administró la gasolina para llegar justiiiito al siguiente pueblo, donde pudimos llenar el depósito para salir de Alaska.
 
deporte nacional

Dalton Highway

Denali National Park

Antiques y demás

preparando las nubes

pesca radical

Valdez

deshielo del glaciar Valdez

días de escalada

refrescando los pies en Bering
 








miércoles, 12 de abril de 2017

The beautiful British Columbia

Hola a todos, estamos acercándonos, de nuevo al círculo polar ártico, por segunda vez en nuestro viaje. De momento seguimos en Canadá en la Columbia Británica, y como tienen en la matrícula los coches de este estado, estamos en the beautiful British Columbia (la preciosa Columbia británica) y tienen toda la razón. Aunque también hemos pisado un poco el estado de Alberta, el parque nacional de Jasper, al que llaman el palacio de hielo. Es un parque nacional que tiene una extensión como toda Cataluña, enormes cascadas de hielo, alces paseando por el pueblo de Jasper, nieve por todas partes, lagos congelados, impresionantes colores del agua, azul turquesa, azul grisáceo, azul oscuro, y nosotros nos vamos parando en todas partes, guardando todo en nuestro disco duro. Recordar todo esto será una gozada, pero vivirlo lo está siendo más.
Seguimos intentando ahorrar en el dormir, aparcando en la calle, y de vez en cuando buscar un "campground" (una especie de camping con lo básico, a veces sin duchas) para mantener un poco la higiene. En Jasper aparcamos la primera noche en la calle, se estaba muy bien, y aunque había nieve por todas partes, no hacía mucho frío (estamos mutando a canadienses), la segunda noche que dormimos en la misma calle nos despertamos con un regalito de una multa por 30 euros, se ve que en los pueblos que forman parte de los parques nacionales no se puede pasar la noche en el vehículo aparcado, así que fuimos a buscar un "campground" para pasar unos cuantos días más allí...bueno no está mal, después de 25.000Km, 10 países y 9 meses llegó la primera multa, y esperemos que sea la única.
De Jasper volvimos hacia el oeste, no perdemos de vista nuestro objetivo, lo más al norte posible. Nos fuimos hacia la ciudad de Prince George, al llegar nos pareció una ciudad aburrida y sin ningún encanto, así que seguimos el viaje hasta llegar al pueblo de Fort St. James, un pueblecito muy pequeño, al llegar allí nos empezamos a preocupar porque no podríamos aparcar más de un día en sus calles sin llamar la atención, como decimos con unas amigas...Dios proveerá,,...y así fue, estábamos delante del lago Stuart, con el pueblo a nuestra espalda y la puesta de sol en nuestros ojos y leímos un cartel que ponía: (Municipal Campground, 10€ la noche, el encargado pasa a recoger el dinero), Jordi me miró y me dijo,...es la mejor opción, así pasamos la semana aquí escalando, caminando y viendo estas puestas de sol. Nos quedamos allí, pero resulta que el encargado no pasó ni un solo día, ya que la temporada empieza en mayo o junio, así que los servicios están cerrados. La idea que tenemos nosotros de primavera, no se corresponde a los paisajes de Canadá, ellos van de manga corta y muy fresquitos, pero nosotros aún no hemos guardado la ropa térmica, creemos que la llevamos pegada a nuestro cuerpo.
Fort St. James es un sitio maravilloso, aunque pequeño puedes perderte en el monte pope, subir sus 1.000 metros y poder ver la típica postal de Canadá, árboles y lagos por todas partes hasta donde te alcanza la vista, y puedes estar seguro que donde ya no ves,...también hay árboles y lagos,...y nieve, a mí no se me da muy bien caminar sobre la nieve, parezco una manzana pocha, llevo morados por todas partes, al principio Jordi, cuando me caía venía corriendo preocupado y yo me enfadaba, no sé si con el mundo, con Jordi porque está a mi lado, conmigo, con la nieve, no se, ahora cuando ya estoy en el suelo Jordi me mira, me dice: te ayudo? me quedo callada y luego me levanto, supongo que ya en Alaska después de mil caídas más, me reiré.
Estando en Fort St James recibí un mail de una amiga, con una canción que nos recordó muchísimo nuestro viaje, el por qué estamos haciendo esto. Vosotros leéis los posts, las fotos y disfrutáis con nuestras aventuras, aunque no todos los días son una fiesta, hay días que tenemos que esperar que deje de llover, hay días que no puedo dormir por tener sabañones en los pies por el frío o simplemente esperar en un pueblo a que se acerque el calor para poder empezar a subir, ya que entrar en Alaska antes de Mayo es una locura. Recibir noticias de amigos que simplemente te dicen que se acuerdan de ti nos ayuda mucho, así que...esto lo pondré en catalán: gràcies Tina per recordar-nos què estem fent, què volem, quins són els nostres somnis, per què vam estar lluitant y vam deixar tantes coses enrere y gràcies per recordar-nos que no deixem de caminar i que quan tornem estareu a CASA esperant.

En Fort St. James podíamos despertarnos, desayunar en el lago, yo hacía unos ejercicios de yoga, Jordi tocaba la guitarra, y luego nos íbamos a escalar, uno de esos días vino Brenda, una mujer de unos 50 años, con unos mapas y un pin del pueblo, nos dio la bienvenida al pueblo, le dimos nuestro e-mail y un cd de los míos (nos llevamos varios cds por si conocíamos a alguien especial poder regalarle, ya no nos quedan) hoy recibimos un e-mail suyo dándonos las gracias por alegrar el pueblo, gracias por haber hecho que Fort St. James forme parte de algo tan mágico como nosotros y nuestro viaje,...pues hoy ya casi no comemos de lo que nos hemos hinchado como gallos. Nos encanta poder formar parte de la comunidad donde nos metemos por unos días.
Después de Fort St. James nos fuimos hacia Kiwanga, aunque para arrancar la furgo esa mañana tuvimos el privilegio de estrenar las pinzas que compramos después de pasar una noche en el Gran Cañón, como estábamos aparcados delante del lago helado y esa noche hizo un poco más de frío la furgoneta no arrancaba, así que enseguida vino un vecino en manga corta y una camioneta tamaño camión europeo a ayudarnos.
Kiwanga es el pueblo donde empieza la carretera 37, llegamos y nos pusimos delante del cruce, yo le dije a Jordi, ésta es...él me dijo...ya??? y nos bajamos de la furgo, allí estaba, la sensación es muy especial, nuestro viaje está formado por pequeños primeros pasos que se juntan. Este es otro pequeño primer paso, te invade una sensación de vacío, otro sueño que vas a atravesar. La carretera 37 es la que une la Columbia Británica más comercial con la parte casi deshabitada, llega hasta el Yukón y de allí directo a Alaska, naturaleza salvaje, 1000Km que esperan a que otros locos se metan por ella, formamos parte de algo tan gigante que parece que se divierta viendo pasar aventureros llenando sus depósitos para encontrar osos, lobos, conejos que llegan tarde a la hora del té y mil sueños que van llegando sin prisa pero sin pausa. Pero aún no es el momento de meternos en la 37, fuimos a Terrace, un poco más al sur, a esperar una semana más, esperar al tan ansiado mes de mayo, que vaya derritiendo la nieve para poder dejarnos continuar el viaje. En Terrace decidimos ir a un RV Park, un lugar donde puedes aparcar con duchas, lavadoras y wifi, desde donde ahora estoy escribiendo el post, llegamos ayer, aquí también hay muchas zonas de escalada, hace sol y calor (seguimos con lo térmico por eso) conseguimos....bueno...Jordi consiguió que nos hicieran una rebaja, ya que no necesitamos electricidad. Tan sólo aparcar vino nuestro vecino Larry, vive en una caravana con su nieto y fabrica atrapa sueños casi gigantes, nos invitó a un café y nos regaló un bote de salmón en conserva que había pescado durante el mes de agosto del año pasado, y qué más se puede pedir? Hoy veo el sol, conozco a alguien nuevo que me hace soñar y no necesito más.
Y estoy soñando mucho, hay algo en mi interior que se me está comiendo, algunos me dijisteis que estaba un poco loca por dejarlo todo por este viaje (mi sueño al fin y al cabo) bien, esta locura está apoderándose de mi cuerpo, en forma de Dalton Highway en Alaska, quizás algunos ya conoceréis esta carretera, es la carretera que te lleva desde Fairbanks a Deadhorse, el pueblo más al norte de América, es una de las carreteras más peligrosas del mundo, 1000Km de carretera sin pavimentar, hielo hielo y más hielo, los camiones tienen prioridad, es decir, debes dejarlos pasar cuando los ves venir. Yo le voy diciendo alguna cosilla sobre la carretera a Jordi, que me dice...Ya veremos Fátima, quizás es mejor que siempre haya uno de los dos que tenga el juicio más despierto, unos días soy yo y otros es él, por ahora hemos decidido que cuando lleguemos a Fairbanks, nos pondremos delante de la carretera, bajaremos de la furgoneta,...y luego....nos dejaremos llevar.

una de las miles de cascadas congeladas en Jasper

crías de alce en Jasper

Jasper

Regalazo que nos dio el destino en una tienda de cervezas de Jasper

Escalando en Jasper

Puesta de sol en Fort St. James

Subida al Mt. Pope

Estrenando las pinzas

Salmón de Larry

Carretera 37 en Kiwanga, preparándonos para el nuevo paso