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lunes, 6 de noviembre de 2017

Un sueño cumplido

¡Hemos dado la vuelta al mundo! Sí sí, así como suena, hace casi un año y medio que decidimos coger la carretera y aventurarnos sin saber qué pasaría, una furgo con veinticinco años y dos locos con el alma rebosando ilusión y nervios Poco a poco, kilómetro a kilómetro, hemos ido descubriendo el mundo, sus paisajes, su naturaleza, sus pueblos, sus ciudades y sobretodo su gente, la gente maravillosa que existe por el mundo, en unos sitios mejor que en otros, pero mayoritariamente buena gente, aprendiendo a sentirte a gusto fuera de tu zona de confort, aprendiendo a confiar en gente que no conoces absolutamente de nada, y es que el mundo nos ha enseñado que la gente que menos tiene a menudo es la que más te da, bueno quizás la que menos tiene a nuestro parecer, creo que son mucho más ricos en otros valores, que nosotros hemos descubierto después de este maravilloso viaje. Descubrir países que a priori tienen fama de peligrosos, llegar allí y que te hagan sentir como en tu casa, que te inviten a comer a su casa simplemente porque eres extranjero y has llegado a su pequeño pueblo, incluso acabar con las reservas de vodka de la aldea para celebrar la visita de estos dos tipos que un buen día aparecieron por allí, dormir con una familia mongola dentro de un ger (casa típica de los mongoles nómadas), degustar un delicioso salmón recién pescado con auténticos nativos de la zona norte canadiense, formar parte de rituales religiosos , disfrutar de fiestas folclóricas de distintas aldeas, pueblos o ciudades, en definitiva, formar parte del pueblo y su cultura correspondiente, y todo esto sin esperar nada a cambio, sólo por conocer y disfrutar de la compañía de buena gente como ellos, intercambiar culturas, vivencias, y risas, sobretodo muchas risas, tengo que reconocer que a Fátima y a mí al principio nos costó entender la ayuda y compañía que te brinda la gente sin esperar nada a cambio.
Hemos podido admirar un sol de medianoche increíble, cascadas heladas, cascadas con su caudal rebosando, subir montañas llenas de vegetación y otras áridas como el mismo infierno, unas auroras boreales que tu cuerpo no sabe ni cómo reaccionar de la belleza que llega a ser este fenómeno, árboles milenarios tocando el cielo, cañones partiendo el suelo y permitiéndote adentrarte en ellos para admirar la fuerza que un día mostró la naturaleza, cañones de mármol, de piedra roja, de azufre, geisers, piscinas naturales de aguas termales, playas que te dan la bienvenida al paraíso, cuevas prehistóricas, hemos buceado entre miles de peces tropicales, de noche con plancton luminiscente, otra de esas cosas que tiene la naturaleza, que hace confundir a tu cerebro de tanta belleza, vivir un terremoto o un huracán, pasar de menos 17 grados a 48, escalar en muchos países diferentes paredes impresionantes, escalar acompañados de yaks perdidos en algún sitio de Mongolia, o acompañados de lugareños de la zona que aprovechan para intercambiar técnicas o vivencias de este deporte que amamos, poder disfrutar de osos, elefantes, cocodrilos, pumas, arces, ballenas, serpientes, águilas, y un largo etc, todos y cada uno de ellos salvajes y en su hábitat natural, descubrir la interesante, deliciosa y a veces no tan deliciosa gastronomía que hay por el mundo, conducir por carreteras interminables que nunca llega el horizonte, carreteras tan estrechas que cabe medio coche, franqueadas a un lado por una inmensa pared y al otro por un acantilado de vértigo, otras tapizadas con una alfombra de nieve blanca, caminos de piedras y agujeros, descubriendo volcanes, ríos rápidos y feroces o arroyos lentos y tranquilos, montañas o paisajes que te dejan sin palabras, incluso descubriéndonos a nosotros mismos.
Por supuesto que no todo el camino ha sido color de rosa, también ha habido momentos no tan buenos, estar dos meses lloviendo sin parar, que dentro de una furgo sin ducha no es tan fácil como si estas en casa, encontrarte a un personaje en la frontera de kazajistan que quiere robarte, aparcar para pasar la noche en algún barrio no muy tranquilo por decirlo de alguna manera, o encontrarte a algún energúmeno que simplemente te odia porque no eres de su país, cosas sin importancia que hacen el viaje más interesante y ameno, como ya he dicho antes, en el mundo afortunadamente hay mucha más gente buena que mala.
Hemos conducido, volado, caminado, navegado y disfrutado 90000 kilómetros de tierra, mar y aire, pero sobretodo hemos convivido con el mundo, con admiración y respeto, hemos sido libres y felices, una felicidad que no hubiera sido posible sin el apoyo incondicional de nuestras familias y amigos, a todos ellos queremos agradecerles su comprensión y respeto hacia esta maravillosa locura que un día se nos pasó por la cabeza y hoy podemos estar bien contentos y orgullosos de haber logrado, ahora seguiremos trabajando y montando nuevas rutas para seguir conociendo lugares maravillosos como los que hemos conocido hasta ahora, quizás, África? Quizás, Australia? Bueno habrá que esperar algún tiempo para saberlo...
Hasta pronto amigos.


P.D. Seguiremos en esta página colgando fotos, vídeos, y muchas más cosas que nos han quedado en el tintero, y por supuesto que seguiremos contestando vuestras preguntas o dudas que tengáis a la hora de hacer o montar un viaje, ya sabéis que intentamos ayudar en la medida que podemos, un saludo viajero.


miércoles, 25 de octubre de 2017

Vídeo honorífico a la verdadera campeona, nuestra Volkswagen T4

Aquí os pasamos un vídeo que hemos creído necesario, para enseñaros cómo ha aguantado, resistido y respondido nuestra Volkswagen T4, con 25 años dando la vuelta al mundo, aguantando frío, calor, osos, bisontes y lo que se le ponga delante. Nuestra campeona, nuestra caballita mora.





sábado, 1 de julio de 2017

Bendita avería

Ya estamos aquí de nuevo amigos, para explicaros las cosas que nos han pasado estas últimas semanas, que no han sido pocas.
Después de varios miles de kilómetros de llanura para cruzar el centro de Canadá, llegamos a Thunder Bay, el primer pueblo que bordea el Lago Superior, el lago más grande del mundo, y no sé si será el más grande, pero desde luego cuando estás en su orilla tienes la sensación de estar en el mar, ya que ni desde lo alto de los acantilados que lo envuelven, puedes ver el otro lado, y es que tiene, ni más ni menos que 4.393 Km. de costa. Nos ha regalado grandes vistas y esos magníficos acantilados de los que hablaba donde hemos podido escalar. Allí conocimos a Mike y Robert, dos escaladores “sesenteros” y muy auténticos, autóctonos de la zona, muy amablemente nos estuvieron enseñando las zonas de escalada cercanas. Después de destrozarnos las yemas de los dedos, emprendimos marcha, bordeando todo el lado canadiense del lago superior, hacia Toronto. Toronto, vaya ciudad guapa guapa, creo que en el “ranquing” de este viaje, sin duda es de las mejores, sino la mejor de todas, una mezcla de edificios altos y casas bajitas impregnadas de graffittis, una multiculturalidad y mezcla de razas como no había visto hasta ahora, comprobamos científicamente que en el metro no entran dos personas seguidas de la misma raza, por no hablar de la amabilidad de su gente. Nada más llegar, íbamos por el centro con nuestra furgo, reconociendo un poco la ciudad y buscando alguna zona gratis para aparcar, entonces nos adelantó por la derecha un tipo en bicicleta y nos preguntó a voces,
-¡¡¡de dónde sois, que no reconozco esta matrícula!!!
así llegamos a un semáforo en rojo y David se paró al lado de nuestra ventanilla, empezamos a explicarle nuestro viaje y... el semáforo se puso verde
-¡¡¡OOOh qué guai, qué gran aventura, que os vaya muy bien!!!
y así llegamos a otro semáforo en rojo y David se volvió a poner en nuestra ventanilla, le explicamos que estábamos buscando alguna zona gratis para aparcar y nos dijo que en el centro era bastante difícil, a todo esto el semáforo se volvió a poner en verde y nos dijo
-parad en esta gasolinera de aquí y os digo alguna zona para aparcar gratis.
allí estuvimos un rato charlando con él y su información nos fue de fábula, ya que encontramos una zona gratis y tranquila donde pudimos pasar unos días aparcados. Esa misma tarde terminamos tomando un café etíope con él, unos dumplings tibetanos y para rematar un par de cervecitas.
Estuvimos unos días más descubriendo y disfrutando esta maravillosa ciudad, sus barrios chino, portugués, latino, italiano, coreano, africano, y un largo etcétera, miles de ofertas culturales gratuitas, y es que, hay que ver cómo cuidan al ciudadano en este país.
Con gran pesar dejamos Toronto atrás, sin saber todavía lo que nos deparaba el futuro, una pequeña avería en nuestra furgoneta, pero... ¡Ay mare! ¡bendita avería!. Y es que emprendimos marcha hacia las cataratas del Niágara, en el camino hicimos una parada para visitar los famosos viñedos de la zona, cuando subimos de nuevo a la furgo pasó lo que llevaba tiempo esperando:
-Fátima, la furgo no arranca
-Bueno, ya hace tiempo que le cuesta arrancar, un día u otro tenía que pasar
-Ok, es hora de quemar el sándwich del almuerzo, tendremos que empujar
-Espera que me ato las zapatillas
Y allí estábamos los dos, empujando como jabatos, Fátima con los pies hinchados, pero no de empujar, sino de la presión con que se había atado los zapatos, chica previsora. Por esas cosas del destino que a unos quince metros teníamos una bajada que nos facilitó la tarea, la furgo empezó a coger carrerilla y saltando como en una peli de acción, nos metimos dentro, Jason Bourne y Marie Kreutz lograron arrancar la furgoneta y se dirigieron hacia Sta Catharina, el pueblo más cercano donde, otra vez por esas cosas del destino, había una casa Volkswagen, algo bastante raro en Canadá. Aparcamos en el parking y entramos a preguntar si nos podían arreglar la furgoneta,
-hasta la semana que viene imposible, tenemos el taller a tope
-ok pues entonces tendremos que dormir aquí porque nuestra furgoneta no arranca y nosotros vivimos en ella
-buf, veré qué puedo hacer
A los cinco minutos salieron, como de un anuncio de coches, seis mecánicos impolutos del taller en busca de la furgo, empujando la metieron dentro y se pusieron a arreglarla. Al rato salió un mecánico y nos dijo que el problema era una pieza del contacto, nada grave, pero la pieza no le llegaba hasta el lunes y estábamos a viernes, como solución para el fin de semana nos propuso hacer un bypass, eso en inglés, en castellano lo que viene siendo un puente de toda la vida y al más puro estilo del torete y el vaquilla salimos del taller arrancando nuestra furgoneta juntando dos cables.
No habíamos andado cinco metros que allí estaban Barry y Ann, nos pararon antes de que pudiéramos salir del taller y nos preguntaron si veníamos al festival Volkswagen, les dijimos que no, que se nos había roto la furgoneta y teníamos que esperar hasta el lunes. Nos explicaron que este fin de semana se hacía un festival Volkswagen en un pueblo cercano, el destino había hablado, Ok no tenemos nada que hacer hasta el lunes, puede estar bien. Se ofrecieron para llevarnos a la tienda que organizaba el evento y allá que nos fuimos. Llegamos a John's bug shop, estuvimos explicándoles nuestra situación y nuestro viaje a todos ellos. Nos fuimos hacia el camping donde se concentraban todas las furgos y coches del evento y nada más llegar ya nos estaba esperando AJ, otro organizador que ya sabía que íbamos para allá. Nos recibieron con los brazos abiertos, fogata encendida y cerveza fría, ¿podíamos pedir algo más?. Al día siguiente se hacía una ruta exhibición de todos los vehículos Volkswagen, a cual más limpio y brillante, entre todos ellos, allí estábamos nosotros, con nuestra furgo que lleva mierda pegada desde Mongolia. Una vez aparcados los 250 vehículos del evento, pudimos disfrutar de una barbacoa y de grandes conversaciones con toda la gente que flipaba con nuestra aventura y con nuestro método para arrancar la furgo. Con la barriga llena, preparados para irnos al camping se acercó un tipo y nos dijo que era periodista del diario Niagara This Week y nos quería hacer una entrevista sobre nuestro viaje, acabamos saliendo en portada. Una vez en el camping, AJ, buen tipo y mejor persona, nos sorprendió con un regalito digno de admirar, apareció con dos botellas de vino mágnum italiano, que nos bebimos entre los tres, visitando y charlando con los vecinos Volkswageneros, acabamos la noche a la vera de la hoguera con guitarra en mano. Al día siguiente no había quién se levantara, y cuando salimos de la furgo sólo quedábamos nosotros, no veas cómo madruga esta gente. El domingo era la exposición de todos los vehículos, nos fuimos para allá y nos volvimos a encontrar con Barry y Ann, nos habían preparado unos bocatas para comer con ellos, junto a ellos y otros compañeros pasamos todo el día disfrutando de actividades tales como quemar el motor de un coche o hacer equilibrio encima de una madera con los coches. Llegó el momento de entregar los premios y para nuestra sorpresa AJ, micrófono en mano, empezó a explicar a todo el mundo nuestra aventura, nuestro viaje y cómo el destino nos había llevado hasta allí, entonces dijo
-Ahora me quito el sombrero y lo dejo encima de la mesa, todos aquellos que queráis ayudar a estos chicos, podéis poner lo que queráis aquí dentro.
Anonadados vimos como la gente empezó a acercarse y a meter billetes dentro del sombrero, incluso un ganador compartió la mitad de su premio con nosotros, otros se acercaron y nos regalaron bandejas de comida y como remate final la organización nos volvió a invitar a cenar. Toda una demostración de bondad, amabilidad, respeto y otros tantos adjetivos que podría poner para esta maravillosa gente que conocimos este fin de semana. Todavía no había acabado todo, al día siguiente Barry y Ann vinieron al taller, mientras arreglaban la furgoneta, y nos dijeron que les gustaría pasar el día con nosotros y enseñarnos un poco toda la zona, así que empezamos el día con un desayuno a lo canadiense total (huevos, bacon, tostadas, mermelada, salchichas, café y colesterol), con la barriga llena y la furgo arreglada nos invitaron a su casa, nos dimos un buen bañito en su piscina, nos enseñaron dos magníficos mustangs clásicos que tenían en su garaje, también estuvimos visitando las cataratas del Niágara, algunos viñedos, hicimos una pequeña cata y volvimos a rematar el día con otra cena (fish & chips), al despedirnos nos sorprendieron, una vez más, regalándonos una matrícula canadiense, banderas y jabones para nuestro viaje. Nos hicieron sentir como en casa.
Este viaje nos está enseñando muchas cosas, sobretodo que afortunadamente, en el mundo, hay muchas más buenas que malas personas. Barry y Ann, AJ y John os estaremos agradecidos toda la vida.
 
esperando alguna solución

escalada en el lago superior

vistas desde los acantilados el lago superior

pictografías de los indígenas en la orilla del lago

Toronto

Toronto

cómo no...la CN Tower

buscando el problemilla

vino con AJ

guitarra a la vera del fuego

os presentamos a Barry y Ann

cena en uno de los lugares más lujosos del mundo

espectaculares cataratas

cataratas
 

lunes, 15 de mayo de 2017

Alaska, the last frontier

CAPÍTULO 1:
Llevo un buen rato mirando la aguja del marcador de gasolina, porque hace unos kilómetros que ha entrado en reserva y rezando para encontrar una gasolinera, ya que, en Alaska puedes tirarte cientos de kilómetros sin encontrar nada de nada, y de repente, a lo lejos, avisto un techo con las letras TESORO, la marca de la gasolinera más famosa de Alaska. Fátima, estamos salvados...

CAPÍTULO 2:
-¡Necesitáis visa!
-¿Cómo?
-Que necesitáis visa para entrar en Alaska
-Fátima, que este señor dice que necesitamos Visa para entrar enAlaska, que el E.S.T.A. sólo es válido para entrar por aire o por mar.
Así fue nuestro recibimiento en la frontera de Canadá con Alaska, nos hicieron parar el coche y entrar a las oficinas para aclarar la situación, porque nosotros pensábamos que con el E.S.T.A. era suficiente para entrar en Alaska, pero resulta que sólo es válido si entras por aire o por mar. Tened esto en cuenta si llegáis por tierra a Alaska.
Al entrar a la oficina nos dijeron que el sitio más cercano para tramitar la visa era Vancouver, a unos 3.000Km de distancia, por supuesto le dijimos que no íbamos a hacer 6.000Km para entrar en Alaska. Después de explicarle nuestro viaje y enseñarle nuestra ruta el agente nos dijo que iba a hacer una llamada a su superior a ver si podía arreglarlo de alguna manera, después de unos intensos minutos viéndolo hablar por teléfono nos dijo, como si un abuelo regañara a su nieto, tenéis un mes de visa ,y nos la tramitaron allí mismo.
Con la visa debajo del brazo nos adentramos en Alaska, allí estaban, dándonos la bienvenida, un grupo de alces y un zorro que nos advertían de lo salvaje que es. Kilómetros y kilómetros de bosque, lagos, ríos y paisajes de lo más inhóspito que hemos visto hasta ahora.
Después de 250 kilómetros llegamos al primer pueblo habitado, allí paramos en una área de servicio y nos cruzamos con una auto-caravana con matrícula holandesa, el señor nos paró y nos comentó que nos había visto en Watson Lake, un pueblo de Canadá que está a unos 2.000 kilómetros de donde estábamos, ¡vaya puntazo!, estuvimos charlando y cambiando experiencias sobre nuestros viajes. Después de hacer noche nos dirigimos hacia Fairbanks (decidimos hacer nuestra ruta alaskeña de norte a sur), de camino a la segunda ciudad más grande de Alaska nos cruzamos con alces, osos, ardillas, zorros y un letrero que ponía: prohibido parar, prohibido hacer fotos, prohibido hacer videos, prohibido reducir la velocidad, prohibido prohibido, ¡joder!, ¿y esto es el país de las libertades?, ¡si está todo prohibido! Y es que resulta que a unos kilómetros apareció de la nada una pedazo de base aérea militar con todos sus cazas y todos los modelos de aviones que os podáis imaginar, todos bien aparcaditos, preparados por si el koreano se pone tonto. Así llegamos a Fairbanks, una ciudad que nos decepcionó un poco, una ciudad sin casco urbano, ni gente por la calle, tan sólo algunos indígenas borrachillos por ahí desperdigados, y es que supongo que vivir 8 meses al año a -40 grados y con tres horas de luz al día no tiene que ser fácil.
Dando un paseo encontramos un restaurante muy auténtico, donde servían comida casera, aprovechamos para probar el famoso salmón de Alaska, camino de la furgoneta Fátima me dijo que empezaba a notar síntomas de alergia (para los que no lo sepáis, Fátima es alérgica a bastantes alimentos) nos apresuramos para llegar a la furgo, una vez allí se tomó los medicamentos, pero pasaba el rato y no le hacían nada, entonces me dijo,...
-Creo que me tendrás que pinchar la adrenalina porque esto va a más.
-Qué dices, ¿seguro?
-Sí sí, la voy preparando
Mientras que ella preparaba la adrenalina yo me puse a buscar el hospital en el GPS, por si teníamos que acercarnos.
-esto ya está preparado para pincharme
-¿seguro que quieres que te pinche?
-sí sí pínchame que esto va a más
-¿sí, seguro?
-Que sí coño pínchame yaaaa
-Ok, 3 2 1....¡¡¡pulp fiction!!!

Después de recrear, más o menos, la escena de la peli, por seguridad, nos fuimos al parking del hospital, ya que con la adrenalina era suficiente para controlar el ataque. Estuvimos media hora allí aparcados y Fátima se empezó a hinchar, así que nos fuimos para adentro a urgencias. Cuando llegamos al mostrador Fátima ya era Son goku a la cuarta potencia de superguerrer, casi no se le veían los ojos y roja como el puente de San Francisco. Nos atendieron rápidamente, nos metieron en un box y le pincharon la medicación que en unos minutos la calmó. Tuvimos la gran suerte de que todo esto nos pasó en una ciudad y no cuando estamos por ahí perdidos. Los dos siguientes días hicimos poco más que relajarnos para que Fátima se recuperara del todo.

CAPÍTULO 3:
Con Fátima completamente recuperada, nos despertamos para ir a la clásica Dalton Highway, considerada una de las carreteras más peligrosas del mundo, pero antes se nos acercó un chico pidiéndonos ayuda para arrancar su auto-caravana, cómo no, nosotros nos hemos visto en esta situación varias veces, y se agradece mucho que te ayuden, así que después de arrancar la caravana del colega nos fuimos para el norte.
Teníamos idea de hacer unos 200 kilómetros de la Dalton Highway, pero una vez llegamos allí nos dimos cuenta que no íbamos a hacer ni 20, ya que es una carretera toda de tierra, llena de baches y unas cuestas que no podíamos pasar ni de tercera, todavía nos quedan miles de kilómetros de viaje y tenemos que cuidar nuestra maravillosa furgoneta. Así que emprendimos camino al sur.
-¿Te parece bien que paremos aquí hoy para hacer noche? Parece bastante tranquilito
- Sí Jordi, estamos en Alaska, aquí todo es bastante tranquilo.

De repente ¡BUUM! ¡BUUM! ¡RATATATATA!
-Madre mía Fàtima, ¿Alaska tranquila? ¿Qué rayos es eso? Me parece que el koreano se ha puesto
tonto antes de tiempo.
Dimos un paseo para estirar las piernas, y a unos cincuenta metros de nosotros encontramos a unos señores practicando el deporte más famoso de EEUU, disparar como locos, les dijimos si podíamos echar un vistazo mientras disparaban, y nos dijeron, con gran orgullo y satisfacción, que por supuesto y es que, no veas como les gustan las pistolitas. Uno de ellos nos dijo que estaba probando una metralleta que se había comprado nueva, al ver mi cara de flipe el tipo se fue a su camioneta y sacó dos metralletas más para enseñárnoslas, y es que, vuelvo a repetir, no veas como les gustan las pistolitas a estos americanos. Después de dormir con un ojo abierto, por si acaso se escapaba algún tiro hacia nosotros, nos dirigimos hacia el Parque Nacional de Denali, donde se encuentra el pico más alto de Norte América, anteriormente llamado Mc. Kintley y actualmente llamado Denali, ya que Obama decidió cambiarle el nombre en honor a los indígenas de la zona, por lo que hemos sabido, no hace mucha gracia a los alaskeños que no son indígenas.
Seguimos nuestra ruta en busca de Anchorage, la ciudad más grande de Alaska y con algo más de encanto que Fairbanks, pudimos ir al Heritage Native Museum, donde se conservan los únicos restos de cultura indígena que queda en todo el estado, allí descubrimos la supervivencia de los antiguos nativos, técnicas de caza, pesca, pieles y distintos tipos de casas dependiendo de la zona.
Nos faltaban por ver los pueblos costeros del sur, Homer y Valdez, donde el océano pacífico norte se mezcla con el mar de Bering. Allí pudimos apreciar la gran industria de pesca que tienen y cómo no, los barcos pesqueros de cangrejos del programa de televisión, Pesca Radical, pudimos ver el Bering Sea y el Time Bandit si veis el programa os sonarán. Así que no nos podíamos ir de aquí sin probar la gastronomía del norte, incluyendo el cangrejo real, y no nos defraudaron, las curradas que se pegan los pescadores, valen la pena, están deliciosos.
Homer es un pueblecito con mucho encanto, casitas de colores alzadas con pilares de madera situadas encima del mar. Llegamos a una playa para hacer noche y coincidimos con una celebración que no sabíamos bien bien qué era, así que nos fuimos a preguntar a la muchedumbre, allí nos informaron de que era una fiesta que hacían cada año de un colegio de Anchorage y rápidamente nos invitaron a unirnos a la fiesta, nos invitaron a probar las famosas nubes quemadas que salen en las pelis, y es que como ya he dicho anteriormente en otro post, los americanos las pelis las clavan.
Sí sí, las nubes están muy buenas, pero... ¿tenéis alguna cervecilla por ahí? Y es que a veces la vida tiene estas cosas, se lo fui a preguntar a un tipo que tenía una fábrica de cerveza en Anchorage, no dudó en sacarnos varias birras. Entre birra y birra empezó a temblar el suelo durante unos cinco segundos y pensé, recórcholis estoy bajo de fondo, llevo un par de birras y ya se me mueve todo, pero que va, lo sentimos todos, y nos dijeron que eso es bastante frecuente allí, simplemente, para ellos, había sido un terremoto, yo estaba flipando, nunca había sentido algo así bajo mis pies.
Entre birras y terremotos acabamos la fiesta y nos fuimos a dormir para, el día siguiente, emprender marcha hacia Valdez, un pueblo lleno de fiordos completamente nevados que lo cobijan de los fuertes vientos del golfo de Alaska, minucias para nosotros, “vivim a la cala”, allí nos pegamos unos buenos días de escalada en roca. Después de dejarnos los antebrazos en las paredes de Valdez, emprendimos marcha de vuelta a Canadá, todavía nos quedaba mucho trayecto por delante, y un poquito de sufrimiento, y es que llevo un buen rato mirando la aguja del marcador de gasolina, porque hace unos kilómetros que ha entrado en reserva y rezando para encontrar una gasolinera, ya que, en Alaska puedes tirarte cientos de kilómetros sin encontrar nada de nada, y de repente a lo lejos, avisto un techo con las letras TESORO, la marca de la gasolinera más famosa de Alaska, Fátima estamos salvados... ¿Salvados?, la gasolinera estaba cerrada, resulta que cerraba los martes, y estábamos a martes, bueno pues seguiremos rezando para que la gasolina que queda nos lleve al siguiente pueblo a unos 80 kilómetros, os puedo asegurar que fueron los 80 kilómetros más largos de mi vida, ya que iba viendo cómo bajaba la gasolina y no llegábamos. Carretera secundaria de Alaska, no pasa ni dios, sólo hay árboles, osos y demás criaturas salvajes, me veía cogiendo la tienda de campaña a cuestas y pegándonos un par de días de caminata. Creo que nos hemos llegado a fusionar tanto con nuestra furgoneta que también piensa por sí sola y de alguna manera administró la gasolina para llegar justiiiito al siguiente pueblo, donde pudimos llenar el depósito para salir de Alaska.
 
deporte nacional

Dalton Highway

Denali National Park

Antiques y demás

preparando las nubes

pesca radical

Valdez

deshielo del glaciar Valdez

días de escalada

refrescando los pies en Bering
 








miércoles, 12 de abril de 2017

The beautiful British Columbia

Hola a todos, estamos acercándonos, de nuevo al círculo polar ártico, por segunda vez en nuestro viaje. De momento seguimos en Canadá en la Columbia Británica, y como tienen en la matrícula los coches de este estado, estamos en the beautiful British Columbia (la preciosa Columbia británica) y tienen toda la razón. Aunque también hemos pisado un poco el estado de Alberta, el parque nacional de Jasper, al que llaman el palacio de hielo. Es un parque nacional que tiene una extensión como toda Cataluña, enormes cascadas de hielo, alces paseando por el pueblo de Jasper, nieve por todas partes, lagos congelados, impresionantes colores del agua, azul turquesa, azul grisáceo, azul oscuro, y nosotros nos vamos parando en todas partes, guardando todo en nuestro disco duro. Recordar todo esto será una gozada, pero vivirlo lo está siendo más.
Seguimos intentando ahorrar en el dormir, aparcando en la calle, y de vez en cuando buscar un "campground" (una especie de camping con lo básico, a veces sin duchas) para mantener un poco la higiene. En Jasper aparcamos la primera noche en la calle, se estaba muy bien, y aunque había nieve por todas partes, no hacía mucho frío (estamos mutando a canadienses), la segunda noche que dormimos en la misma calle nos despertamos con un regalito de una multa por 30 euros, se ve que en los pueblos que forman parte de los parques nacionales no se puede pasar la noche en el vehículo aparcado, así que fuimos a buscar un "campground" para pasar unos cuantos días más allí...bueno no está mal, después de 25.000Km, 10 países y 9 meses llegó la primera multa, y esperemos que sea la única.
De Jasper volvimos hacia el oeste, no perdemos de vista nuestro objetivo, lo más al norte posible. Nos fuimos hacia la ciudad de Prince George, al llegar nos pareció una ciudad aburrida y sin ningún encanto, así que seguimos el viaje hasta llegar al pueblo de Fort St. James, un pueblecito muy pequeño, al llegar allí nos empezamos a preocupar porque no podríamos aparcar más de un día en sus calles sin llamar la atención, como decimos con unas amigas...Dios proveerá,,...y así fue, estábamos delante del lago Stuart, con el pueblo a nuestra espalda y la puesta de sol en nuestros ojos y leímos un cartel que ponía: (Municipal Campground, 10€ la noche, el encargado pasa a recoger el dinero), Jordi me miró y me dijo,...es la mejor opción, así pasamos la semana aquí escalando, caminando y viendo estas puestas de sol. Nos quedamos allí, pero resulta que el encargado no pasó ni un solo día, ya que la temporada empieza en mayo o junio, así que los servicios están cerrados. La idea que tenemos nosotros de primavera, no se corresponde a los paisajes de Canadá, ellos van de manga corta y muy fresquitos, pero nosotros aún no hemos guardado la ropa térmica, creemos que la llevamos pegada a nuestro cuerpo.
Fort St. James es un sitio maravilloso, aunque pequeño puedes perderte en el monte pope, subir sus 1.000 metros y poder ver la típica postal de Canadá, árboles y lagos por todas partes hasta donde te alcanza la vista, y puedes estar seguro que donde ya no ves,...también hay árboles y lagos,...y nieve, a mí no se me da muy bien caminar sobre la nieve, parezco una manzana pocha, llevo morados por todas partes, al principio Jordi, cuando me caía venía corriendo preocupado y yo me enfadaba, no sé si con el mundo, con Jordi porque está a mi lado, conmigo, con la nieve, no se, ahora cuando ya estoy en el suelo Jordi me mira, me dice: te ayudo? me quedo callada y luego me levanto, supongo que ya en Alaska después de mil caídas más, me reiré.
Estando en Fort St James recibí un mail de una amiga, con una canción que nos recordó muchísimo nuestro viaje, el por qué estamos haciendo esto. Vosotros leéis los posts, las fotos y disfrutáis con nuestras aventuras, aunque no todos los días son una fiesta, hay días que tenemos que esperar que deje de llover, hay días que no puedo dormir por tener sabañones en los pies por el frío o simplemente esperar en un pueblo a que se acerque el calor para poder empezar a subir, ya que entrar en Alaska antes de Mayo es una locura. Recibir noticias de amigos que simplemente te dicen que se acuerdan de ti nos ayuda mucho, así que...esto lo pondré en catalán: gràcies Tina per recordar-nos què estem fent, què volem, quins són els nostres somnis, per què vam estar lluitant y vam deixar tantes coses enrere y gràcies per recordar-nos que no deixem de caminar i que quan tornem estareu a CASA esperant.

En Fort St. James podíamos despertarnos, desayunar en el lago, yo hacía unos ejercicios de yoga, Jordi tocaba la guitarra, y luego nos íbamos a escalar, uno de esos días vino Brenda, una mujer de unos 50 años, con unos mapas y un pin del pueblo, nos dio la bienvenida al pueblo, le dimos nuestro e-mail y un cd de los míos (nos llevamos varios cds por si conocíamos a alguien especial poder regalarle, ya no nos quedan) hoy recibimos un e-mail suyo dándonos las gracias por alegrar el pueblo, gracias por haber hecho que Fort St. James forme parte de algo tan mágico como nosotros y nuestro viaje,...pues hoy ya casi no comemos de lo que nos hemos hinchado como gallos. Nos encanta poder formar parte de la comunidad donde nos metemos por unos días.
Después de Fort St. James nos fuimos hacia Kiwanga, aunque para arrancar la furgo esa mañana tuvimos el privilegio de estrenar las pinzas que compramos después de pasar una noche en el Gran Cañón, como estábamos aparcados delante del lago helado y esa noche hizo un poco más de frío la furgoneta no arrancaba, así que enseguida vino un vecino en manga corta y una camioneta tamaño camión europeo a ayudarnos.
Kiwanga es el pueblo donde empieza la carretera 37, llegamos y nos pusimos delante del cruce, yo le dije a Jordi, ésta es...él me dijo...ya??? y nos bajamos de la furgo, allí estaba, la sensación es muy especial, nuestro viaje está formado por pequeños primeros pasos que se juntan. Este es otro pequeño primer paso, te invade una sensación de vacío, otro sueño que vas a atravesar. La carretera 37 es la que une la Columbia Británica más comercial con la parte casi deshabitada, llega hasta el Yukón y de allí directo a Alaska, naturaleza salvaje, 1000Km que esperan a que otros locos se metan por ella, formamos parte de algo tan gigante que parece que se divierta viendo pasar aventureros llenando sus depósitos para encontrar osos, lobos, conejos que llegan tarde a la hora del té y mil sueños que van llegando sin prisa pero sin pausa. Pero aún no es el momento de meternos en la 37, fuimos a Terrace, un poco más al sur, a esperar una semana más, esperar al tan ansiado mes de mayo, que vaya derritiendo la nieve para poder dejarnos continuar el viaje. En Terrace decidimos ir a un RV Park, un lugar donde puedes aparcar con duchas, lavadoras y wifi, desde donde ahora estoy escribiendo el post, llegamos ayer, aquí también hay muchas zonas de escalada, hace sol y calor (seguimos con lo térmico por eso) conseguimos....bueno...Jordi consiguió que nos hicieran una rebaja, ya que no necesitamos electricidad. Tan sólo aparcar vino nuestro vecino Larry, vive en una caravana con su nieto y fabrica atrapa sueños casi gigantes, nos invitó a un café y nos regaló un bote de salmón en conserva que había pescado durante el mes de agosto del año pasado, y qué más se puede pedir? Hoy veo el sol, conozco a alguien nuevo que me hace soñar y no necesito más.
Y estoy soñando mucho, hay algo en mi interior que se me está comiendo, algunos me dijisteis que estaba un poco loca por dejarlo todo por este viaje (mi sueño al fin y al cabo) bien, esta locura está apoderándose de mi cuerpo, en forma de Dalton Highway en Alaska, quizás algunos ya conoceréis esta carretera, es la carretera que te lleva desde Fairbanks a Deadhorse, el pueblo más al norte de América, es una de las carreteras más peligrosas del mundo, 1000Km de carretera sin pavimentar, hielo hielo y más hielo, los camiones tienen prioridad, es decir, debes dejarlos pasar cuando los ves venir. Yo le voy diciendo alguna cosilla sobre la carretera a Jordi, que me dice...Ya veremos Fátima, quizás es mejor que siempre haya uno de los dos que tenga el juicio más despierto, unos días soy yo y otros es él, por ahora hemos decidido que cuando lleguemos a Fairbanks, nos pondremos delante de la carretera, bajaremos de la furgoneta,...y luego....nos dejaremos llevar.

una de las miles de cascadas congeladas en Jasper

crías de alce en Jasper

Jasper

Regalazo que nos dio el destino en una tienda de cervezas de Jasper

Escalando en Jasper

Puesta de sol en Fort St. James

Subida al Mt. Pope

Estrenando las pinzas

Salmón de Larry

Carretera 37 en Kiwanga, preparándonos para el nuevo paso



domingo, 26 de marzo de 2017

Nuevo paso fronterizo, de EEUU a Canadá en furgoneta


Se abrió un claro entre las nubes
hemos vuelto a ver el sol
como dos presos comunes
en el tejado de una prisión
Quería empezar este post con estas frases de extremoduro, ya que llevamos unos días...bueno unos meses sin ver el sol, sólo lluvia.
Estamos en Kamloops, una ciudad al este de Vancouver, sí sí, ya estamos en Canadá.
Entramos por la carretera 5, la que sube por la costa Pacífica. El día anterior al paso de la frontera, como siempre que pasamos una frontera, nos preparamos, nos duchamos, limpiamos y ordenamos la furgoneta. Estábamos nerviosos, pero empezamos a estar familiarizados con los trámites y cada vez nos sentimos más tranquilos. Teníamos la sensación de que en Canadá sería más fácil que Rusia, pero no nos podíamos imaginar hasta qué punto de facilidad sería este paso.
Nos levantamos, pusimos gasoil (porque nos habían dicho que en EEUU era más barato que en Canadá) y empezamos el camino. Al llegar a la frontera había una cola de unos 20 minutos, los dos callados, como siempre, mirándonos, con una risa floja, yo con la carpeta de papeles en la mano (seguro, carnet de conducir, pasaportes, ficha técnica,...qué más qué más) nos tocó la hora, nos pusimos al lado de la cabina y esperamos a que empezara el espectáculo, era una chica joven,...bueno a mí todo el mundo empieza a parecerme joven,...por qué será. La chica nos miró, miró la furgoneta, volvió a mirar la matrícula, nos volvió a mirar y dijo algo...algo muy rápido y nosotros nos miramos y dijimos....¿qué ha dicho? Estamos escuchando mil tipos de inglés a cada cuál más rápido y más difícil de entender, nos vio la cara y nos dijo más lentamente,...

-¿de dónde salís vosotros dos con esta furgoneta?
-pues de España, lo pone en el pasaporte y en la matrícula
-...Pero....¿cómo?
-Aaaaah...en barco
-¿Cómo?
Ah bueno,...llegó el momento de explicar el viaje, le explicamos todo el recorrido que llevamos y lo que nos falta, se calló, la siguiente pregunta fue qué país nos había gustado más, cogió los pasaportes y nos preguntó cuánto tiempo pensávamos quedarnos, le dijimos que ahora sobre 2 meses y a la bajada dos meses más, puso el sello sin mirar nada más y nos dijo, lo siento mucho, el país que más os va a gustar será Canadá, que lo paséis bien y que tengáis un buen viaje. Así fue todo el trámite del paso de frontera, yo volví a guardar todos los papeles en su sitio y fuimos entrando a este nuevo país para nosotros. Justo detrás de la cabina de control había un centro de turismo donde paramos y conocimos a Rita, la responsable del centro, nos dio mil papeles, folletos, mapas, nos marcó la mejor ruta, para esperar el buen tiempo, dónde poder ver auroras boreales, dónde ver osos, nos tuvo una hora y media, pero ahora tenemos toda la información de Canadá preparada para nosotros.
Nos fuimos a Vancouver,...oh ese día llovía, qué cosas, pero decidimos que la lluvia no nos iba a fastidiar más, así que nos pusimos los chubasqueros y las botas y empezamos a comernos Canadá,...y las patatas “poutiné” patatas con queso y salsa que nos encantan, con una cervecita. Vimos que en Vancouver se lleva mucho la Happy Hour, la cerveza un poco más barata, el horario es de 15 a 19h para los Canadienses es la hora de la cena, pero para nosotros nos sirve para la comida así que pudimos disfrutar de la cervecita a un precio bastante razonable.
Fuimos a un Walmart (un supercentro comercial donde la comida está bastante bien de precio) y cargamos la despensa, allí vimos que había muchas caravanas y campervans aparcadas en la calle, así que decidimos montar nuestro campamento allí mismo con ellos, así pudimos quedarnos 10 días disfrutando de esta ciudad llena de vida, la gente está tan acostumbrada a la lluvia que si los ves por la calle, en los veleros, corriendo, paseando los perros, parece que no llueva, ellos no llevan chubasqueros, no llevan nada, nosotros llevamos hasta la ropa térmica.
Una mañana nos despertamos y nos asustamos...estaba entrando el sol por la ventana de la furgoneta, así que abrimos todas las puertas y desayunamos con mucha calma, estábamos lavándonos los dientes y un chico se nos acercó y nos preguntó de dónde habíamos salido, estuvimos hablando un rato, bueno estuvo hablando él un rato, sobre 2 horas de monográfico del gran error que estábamos haciendo estando en Canadá, que cómo se nos ocurre estar aquí con el clima mediterráneo de nuestra casa. Llevaba unas gafas de tiro profesional, una gorra que apenas dejaba verle los ojos, bueno parecía un tipo majo, jejeje. A mí me asustó un poco, pero bueno, esta es nuestra locura y nos gusta, así que nosotros seguimos con nuestro viaje hacia el frío polar, esperando la primavera y si quiere,...el verano. Al día siguiente oímos la puerta de la furgo, nos estaban llamando, era Harry el sucio canadiense que volvía a visitarnos, esta vez traía una bocina de esas que se llevan en los partidos, en las que aprietas el botón y hacen un ruido bastante fuerte, nos dijo que con esto asustaríamos a los osos y a los lobos...muy bien ahora sí que me asustó, incluso así, aún no volvemos que nadie pierda la calma.
En Vancouver conocimos a Pepe Cardona, un chico vecino de nuestro pueblo que está viviendo allí, quedamos para tomar unas cervezas y charlar, estuvo muy bien, aunque como llevamos mucho tiempo sin beber alcohol tardamos dos días en recuperarnos, quién me ha visto y quién me ve...
Antes de irnos de Vancouver volvimos a cargar la despensa, y Jordi tuvo una gran idea,...y si compramos un puzzle de 1.000 piezas para hacerlo durante las tardes que volvemos a la furgo y está lloviendo,... sí estábamos locos de querer hacer un viaje como éste y claro, estamos locos por hacer un puzzle de 1.000 piezas en una campervan,...bien pues el puzzle ya está dentro de nuestra casita ocupando todo su espacio.
De Vancouver nos fuimos a Squamish, un poco más al norte, allí hay muchas zonas de escalada, así que decidimos desafiar a la lluvia e intentar poder escalar en Canadá, bueno pues llegamos en domingo y hacía un sol impresionante, hablamos con la gente del lugar, estaban muy contentos, desde noviembre que no salía el sol y no dejaba de llover, dios santo, 4 meses lloviendo, ese día era el primer día que salía el sol y el pronóstico era sol para el día siguiente, aunque ya los próximos días volvía la lluvia. Así que rápido rápido sacamos la cuerda, los arneses, las cintas y nos fuimos a escalar, qué bien poder notar el cuerpo peleando de nuevo con la gravedad. Estuvimos todo el día escalando, por la tarde decidimos que era el momento de tomar otra ducha, así que fuimos a la piscina municipal y pavellón deportivo, justo al entrar estaban jugando un partido de hockey sobre hielo y nos dijeron que podíamos entrar sin problema, así que esa fue nuestra primera experiencia con el hockey sobre hielo, los jugadores empujándose, tirándose unos encima de los otros, tirándose los sticks, todo un espectáculo. Después del partidillo fuimos a preguntar por las duchas, como el precio era el mismo por ducha que por usar todas las instalaciones fuimos a buscar los bañadores que no usábamos desde Tailandia y nos metimos en la sauna, en el jacuzzi, de nuevo en la sauna, de nuevo en el jacuzzi, y así hasta la hora de cerrar, esa noche nos dormimos sin ver ninguna película, qué placer más extremo es el de poder darse una ducha con agua calentita, cosas que aprendes a valorar.
Bien, como ya predijeron los...”squamishenses” empezó a llover y ya no paró así que arrancamos la furgo y decidimos irnos hacia el este, hacia las Rocky Mountain la frontera entre la British Columbia y Alberta, de camino vimos el pueblo de Maple Ridge en el que hay un parque territorial que se llama Golden Ears, como nos gustó decidimos quedarnos, pudimos disfrutar de otro día sin lluvia, así que lo pasamos en el lago, aún congelado, pero con pequeños brotes primaverales, la esperanza acecha. Y cuando volvió a llover, otra vez decidimos irnos, la lluvia parece que nos quiera seguir, pero nos hemos conseguido esconder de ella, llegamos a Kamloops un pueblo en la llanura de Nicola, entre montañas, aquí llueve muy poco, el paisaje es árido, totalmente contrastado con las montañas y árboles que hemos visto hasta ahora, hay una zona protegida que se llama Lac du Bois donde no crecen los árboles, el clima es cálido y el sol acostumbra a salir cada mañana, que no es poco, y aquí aparcamos, nos miramos y dijimos, aparcao, aquí nos quedamos. Y aquí seguimos, preparando nuestra ruta que nos llevará a los más alto, a la última frontera del norte, Alaska.
entrada a Canadá

Vancouver

nuestro puzzle con unas patatas poutiné para llevar

celebrando el día de St. Patrick



Despertar en Canadá y ver la cara de tu vecino vigilándote

partidito de Hockey

día de escalada

paseo por el lago

el gustazo de que te de el sol

Kamloops

lunes, 13 de febrero de 2017

El lejano Oeste


08 de febrero de 2017, ya hace casi un mes que volvemos a tener la furgoneta, francamente, el tiempo pasa muy distinto cuando llevas tantos meses de viaje. Parece que hiciera tres meses que estamos en Estados Unidos, pero no es así, ya no medimos el tiempo en horas, días o meses, lo estamos midiendo en experiencias, es muy difícil saber cuándo hicimos la última compra, cuál fue el último día que llamamos a casa, vamos midiendo según zonas que hemos visitado. En casa me quejaba de la vida, de la rutina del día a día, actualmente me da mucho por pensar, en las horas que estamos mirando la carretera, unos días con sol, otros con lluvia, incluso con nieve, filosofeo sobre la vida, realmente la vida es una rutina, pero me estoy dando cuenta que la rutina no es mala, lo importante de la rutina es que te guste y te sientas a gusto con ella, hay días extraordinarios y días normales que pasan desapercibidos, si estos días normales dejaran de existir, los extraordinarios perderían la importancia que tienen, y así tengo mis pensamientos que le suelto a Jordi, a veces me dice, ¿cómo puede ser que ya estés hablando así sin haber desayunado?, pues la sensación que tengo es que mi cerebro va explotando cada día que pasa y me hace recordar y comparar, y darme cuenta que esta vida que hemos escogido es fantástica y la que teníamos antes también lo es y que me encantaba y eso me alegra, porque estoy aprendiendo a valorar cada uno de mis días.

Después de este prólogo tan místico de mi existencia os cuento, estamos en San Francisco, llenos de experiencias increíbles, después de recoger la furgoneta nos fuimos hacia OceanSide, un pueblo en la costa, a unos 80 Km al sur de Los Ángeles (o 50 millas que aquí vamos con millas, galones y todo a lo grande) allí compramos comida, llenamos la despensa y simplemente nos sentamos a ver el océano, la puesta de sol del pacífico, el primer día llovió, pero el segundo nos regaló unas vistas impresionantes, las que nos merecíamos después de estar tantos días en Los Ángeles esperando. Otra gran rallada de las mías es que después de dar media vuelta al mundo estamos descubriendo que nuestra casa es el paraíso de las patatas fritas en bolsa, en el norte de Europa son carísimas, en Rusia venden bolsas pequeñas, no existen las grandes, en Mongolia y el sur este asiático ni se les pasa por la cabeza tener patatas fritas. En Estados Unidos tienen un gran surtido, pero están muy caras. Aunque de vez en cuando nos permitimos el capricho, como fue en OceanSide, que nos compramos unas bolsas y unas cervezas y volvimos a descubrir lo bien que se está en nuestro microespacio.

En EEUU hemos vuelto a encontrar oficinas de turismo, la última que vimos estaba en San Petersburgo, así que fuimos a buscar toda la información que pudimos, le explicamos nuestra aventura a la señora de turismo y nos llenó una bolsa entera de mapas de carreteras de todos los estados, todos los parques nacionales, ciudades, etc. Así que con la cervecita y las patatas empezamos a planear la ruta, que está siendo la siguiente: de OceanSide nos fuimos hacia el parque nacional de Joshua Tree, un parque preparado para escaladores, allí compramos un pase anual de parques nacionales, nos costó 80 euros pero nos va a servir para todo este año, en Joshua Tree visitamos una antigua mina de oro, descubrimos caminos que nos recordaban muchísimo a las películas de vaqueros y como dice Jordi cada día,...como las clavan las pelis. Estuvimos un par de días escalando y era fantástico, porque había mucha gente, pero es un parque tan grande que llegas a estar solo sin oír nada de nada, sólo ves Yucas, unos árboles muy característicos de este parque, enero es temporada alta, porque en verano hace mucho calor y puedes morir deshidratado, en los parques nacionales hay zonas de acampada, pero se tienen que pagar casi todas, así que nosotros salíamos del parque y aparcábamos en la entrada, así nos ahorrábamos un dinerillo. De Joshua Tree nos fuimos a New Jack city, una zona de escalada que nos comentaron unos chicos que conocimos en Joshua Tree, allí también estuvimos escalando unos días y pudimos aparcar dentro de la zona de escalada, esta zona no está marcada en ningún sitio, tampoco está indicada en la carretera, menos mal que nos explicaron bien estos chicos y lo encontramos a la primera.

En la carretera nos dimos cuenta de la amplitud de la zona oeste de Estados Unidos, increíbles llanuras, largas y el sol haciendo espejismos, nos encantaba ver la carretera larga, y de verdad os digo, había bolas de hierba que arrastraba el viento por el medio de la carretera, sabéis las bolas que os digo no? Tenía tantas ganas de descalzarme en la furgoneta, poner los pies en el salpicadero y beber un té con el termo que no me canso de hacerlo, sobretodo cuando hace sol.

De New Jack City fuimos a Las Vegas, Jordi tenía muchas ganas de ir, yo también, pero no me emocionaba mucho, y claro, cuando llegamos ya me dijo,...de aquí no nos vamos sin jugarnos unos dólares baby. Y no me quedó elección, fuimos a un casino y nos jugamos 20$ yo ya los daba por perdidos, pero la señora de la ruleta nos dijo que nos había tocado, le dijimos que cuánto nos había tocado y nos dijo...seventy... Y Jordi me dice...ha dicho setenta? Yo le dije,...noooo será diecisiete y no lo hemos entendido bien, así que se lo hicimos repetir y cuando nos dijo setenta yo grité de la alegría,...como si nos hubieran tocado 1.000 dólares, un “cowboy” con su sombrero y su “churri” se acercó y quiso apostar en nuestra mesa, porque debía pensar que nos estábamos forrando, le dijimos a la crupier que nos diera el dinero que nos íbamos a comer unas blue cheese burguer con french fries y un american coffee, qué risas que nos pegamos después al recordarlo, porque allí la gente se juega más de 500$ en la partida, nosotros nos jugamos 20 y ganamos 70,....tampoco era para tanto, pero bueno la ilusión fue lo mejor, eso no fue lo único que vivimos en esta ciudad, pero sintiéndolo mucho, lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas.

Nos fuimos hacia Arizona a ver al colosal Gran Cañón,...que tampoco debía ser para tanto...recorrimos la ruta 66 y al llegar lo que sí era para tanto fue el frío, 17 grados bajo cero, y tan tranquilos aparcamos, nos hicimos la cena y nos acostamos a dormir, al día siguiente la furgoneta no arrancaba, así que fuimos a buscar las pinzas....ay no que no llevábamos, vaya aventureros estamos hechos, justo a nuestro lado había un señor que se acababa de comprar un coche y tampoco le arrancaba, él sí sacó sus pinzas y se enchufó a otro coche, nosotros nos pusimos a su lado y le dijimos...después nos toca a nosotros y así fue que nos ayudaron a arrancar la furgoneta (ya tenemos american pinzas podéis estar tranquilos) fuimos a ver el gran cañón y señores,...sí es para tanto, es impresionante, y estoy segura que nevado lo es muchísimo más, espectacular, un vacío enorme que llega a entrar en tu alma hasta el punto que te cuesta respirar, nuestros ojos no están acostumbrados a poder dirigir la vista a un horizonte tan lejano, allí conocimos a una pareja mayor que iban con una chica de Perú, estuvimos charlando y nos dijeron que teníamos que ir a Sedona, a ver las red rocks, y como no hay nada mejor que hacer caso de la gente del lugar, nos fuimos hacia Sedona, un poco más al sur, y por lo tanto un poco más calentito. Nos encantó el pueblo, y lo mejor fue la bajada del puerto de montaña que hay entre Sedona y el Gran Cañón, montañas, ríos, nieve, estaba anocheciendo y el color era rosado, resaltando con el blanco de la nieve y la base de las montañas totalmente roja, la furgoneta estaba bien contenta, porque hacía bajada, la subida la hicimos por otra carretera menos pronunciada. En Sedona estuvimos caminando por distintas rutas que nos llevaban a los verdaderos paisajes y decorados de Bonanza y allí nos acordamos millones de veces del padre de Jordi y de mi abuelo, fans aférrimos de John Wayne y sus muchachos.

En un principio queríamos llegar hasta El Paso, para ver la frontera con México, pero al final, por Quilómetros y gasto de gasoil decidimos empezar a tirar hacia el Norte, y hacia el Norte...the winter is coming. De Sedona nos dirigimos hacia Death Valley, y para no pillar nieve preferimos coger la misma ruta que habíamos cogido para bajar, y Jordi pensó que sería mejor hacer noche en...Las Vegas,...qué cosas eh!!! Bueno pasamos allí la noche y al día siguiente llegamos al Parque Nacional de Death Valley (el valle de la muerte), creíamos que en ese parque nacional no encontraríamos nada, sólo desierto, pero la gran sorpresa fue que tiene una zona con dunas por las que me tiré, no podía morir sin haberme tirado por unas dunas,...y no lo volveré a hacer, estuve mareada toda la tarde y estuve dos días sacándome arena del ombligo, de las orejas, de los dientes y de la nariz, así que nos duchamos en un campo base. Duchaditos y limpitos nos fuimos a ver cañones, increíbles colores, unos cañones de mármol, otros amarillos y rojos, otros de tierra rojiza que forman puentes naturales y en una punta del parque, un volcán, el cual puedes caminar al rededor del cráter, pisando tierra volcánica, cargada de años y de historia, el sol apreta mucho en Death Valley, teníamos que ir con unos gorros para protegernos y no tienes sensación de sed, aunque te estés deshidratando, es bastante peligroso, así que íbamos bebiendo a sorbos pequeños, aunque el cuerpo no nos diera ninguna voz de alarma, la última visita que hicimos fue en una balsa de sal que había justo al lado del desierto con las dunas, lo más increíble de este parque son los cambios bruscos de paisajes que te puedes encontrar, y las sorpresas que hay en cada rincón, creíamos que no íbamos a ver nada y nos sorprendió toda su variedad y sobretodo tan diferente a lo que estamos acostumbrados a ver, y tal cómo nos encantó Death Valley por lo diferente a lo que nosotros conocemos nos encantó el camino que recorrimos hasta el otro parque nacional el de Sequoia y Kings Canyon, fuimos hacia el norte por en medio del estado de California y vimos naranjos y olivos,... en mi vida me había hecho tanta ilusión ver unos olivos... cuando estoy en casa y empiezo a ver olivos quiere decir que empieza el trabajo, aquí era un recuerdo de nuestra vida, a miles de quilómetros y con un paisaje tan parecido, nos encantó tener la sensación de estar en casa, poco a poco nos acercamos a estos parques nacionales donde se encuentran los árboles más grandes del mundo, las Secuoyas, aquí estos árboles son sinónimo de sabiduría, por los años que tienen, podrían ser sinónimo de calma, fortaleza, grandeza, carácter y mil cosas más que sientes cuando te metes dentro de uno de ellos y notas como aunque no hable, ni te mire, te deja acercarte y te deja sentirlo, sintiéndote respetado y abrazado, y de vez en cuando, en el silencio, Jordi o yo decimos...y qué cosas estamos viendo y viviendo en este viaje y el otro afirma con un...mmmm

La siguiente parada fue otro parque nacional, ya os he dicho que nos sacamos el pase anual, y lo estamos amortizando muchísimo, el parque nacional que esperábamos tanto, el Gran Cañón es espectacular, pero para nosotros la estrella iba a ser el siguiente, el Yosemite, íbamos a ver a El Capitán, la pared de granito más grande del mundo, donde se encuentra la vía de escalada más difícil del mundo, no es que la fuéramos a subir, queríamos estar, como queremos estar en tantos sitios que sólo leer sobre ellos ya nos marcan, la vimos y la sentimos, cómo de grande es la naturaleza para hacer esas bellezas tan inmensas, montañas, paredes rectas, árboles enormes, y cuán pequeños somos nosotros y lo grandes que nos creemos, nuestra vida pasa sin voz y todos ellos se quedan allí viéndote pasar, sabiendo que tú pasas y ellos seguirán allí para que más generaciones los admiren, si es que quieren admirarlos, y los respeten, y puedes notarlo, debes respetarlos, en este mundo sólo mandan ellos, sin ellos todos nosotros estamos muertos.

La gran riqueza de Estados Unidos son sus paisajes y sus parques nacionales, la naturaleza que puedes apreciar, aunque a diferencia de Mongolia aquí puedes respirar un respeto hacia ella, sin que el ser humano llegue a mezclarse y fusionarse sintiéndose parte de ella, esto lo puedo explicar así porque en Mongolia llegué a sentir como la naturaleza me engullía para formar parte de ella, ves las rocas, los animales y los humanos formando un gran equipo, en Estados Unidos puedes ver las rocas y sus paisajes por un lado, los animales por otro y el ser humano respetándolo pero no fusionándose en un mismo equipo. Y de eso trata el viaje, de ver cómo el mundo se relaciona de distintas maneras.

Por un tiempo se acabaron los parques nacionales, nos fuimos hacia la costa, llegamos a Santa Cruz, el pueblo donde nació el Skateboard, estuvo lloviendo dos días, y lo mejor que tiene la furgoneta es que cuando te cansas de la lluvia te vas a otro sitio. Y ayer llegamos a San Francisco, a diferencia de Los Ángeles o Las Vegas, esta ciudad está viva, se respira cultura, las razas se mezclan y se respira cooperación de pueblo, así que nos quedaremos hasta que nos plazca, y luego nos iremos ya hacia el norte, aunque esto ya irá en otro post.

oceanside
 

bar restaurante típico americano

Joshua tree

mina de oro the lost horse

así me lavo el pelo

las vegas

todo al rojo

ruta 66


el gran cañón

red rocks sedona

red rocks en sedona

dunas de Death Valley

volcán Ubeheebe death valley

Golden canyon en Death valley

el tercer árbol más grande del mundo

Yosemite

el capitán y mi capitán