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viernes, 9 de septiembre de 2016

Del viejo continente a la libertad

Dejando atrás las maravillas vistas y experiencias vividas hasta ahora, tras hacer un simple trámite, dejamos atrás el viejo continente.
Delante de nosotros aparece el gigante, el colosal, Rusia a nuestros pies. Tenemos que llamar a sus puertas para que nos deje entrar, y lentamente, con nuestra furgo llegamos. Su frontera, en la cual aparecen unos militares con sus gorras alzadas típicas del ejército ruso, nos entregan una declaración para entrar al país, en ruso, jajaja en ruso. Nos las quedamos mirando un rato, y al ver que no entendíamos nada procedieron a traernos unas en inglés, nos costó bastante rellenarlas correctamente, ya que tuvimos que rellenar siete formularios hasta que acertamos a hacerlo correctamente.
Una vez estaba todo correcto, el policía vio que en la documentación del coche ponía furgón, y esto parecía que iba a ser un problema nuevo, ya que se pusieron a hablar entre ellos sobre el tema mientras nosotros los mirábamos con cara de pasmarotes.
Llamaron a un superior, y éste les dijo algo en ruso, que no entendimos, por supuesto. Se marchó y a los cinco minutos volvió con un bote de typpex, sí sí, de typpex, entonces borraron lo de furgón, en la copia que ellos se quedaban y pensé, sí sí,... THIS IS RUSSIA.
Al estar tanto rato en la barrera (tipo peaje) de la frontera parados, me dijo el superior que quitara la furgo de allí, porque ya había una caravana de coches importante, y aparqué en el parquin que había al lado. A continuación vino el militar, nos registró un poco la furgo por dentro, y nos dio el visto bueno, creo que pensó,... anda tirad ya que me tenéis hasta los,... pero en vez de eso, con la amabilidad rusa, sin sonreír por supuesto, nos dijo un Good Luck.
Y allá que nos fuimos a conocer al gigante, la sensación que me inundó al entrar al país fue sentir que empezábamos el viaje, sí llevábamos un mes y medio, pero a partir de entonces me di cuenta de la gran hazaña que teníamos por delante, inundado en felicidad y derrochando libertad.
Así nos fuimos, xino xano, hasta San Petersburgo viendo por el camino muchísimas señoras que en el arcén de la autopista vendían setas que recogían allí mismo, en los grandiosos bosques que abrazan la carretera.
Empezamos a apreciar el gran cambio de los pueblos pequeños rusos, sin duda nada parecidos a los pueblos de cuento que nos habíamos acostumbrado a ver por el norte de Europa.
Aquí puedes apreciar cómo la pobreza y la riqueza, la humildad y la prepotencia van juntas de la mano.
Llegamos a San Petersburgo, flipando con su periferia llena de grandiosos edificios al más puro estilo comunista, hasta llegar al centro, aparcar y alucinar. Una ciudad, sin duda, europeizada a tope. Si no fuera por sus iglesias ortodoxas podrías estar perfectamente en Europa.
A la ciudad la parte por la mitad el río Neva y esto hace que luzcan unos puentes larguísimos luchando entre sí a ver cuál está más adornado, iluminado y bonito. Éstos comunican la ciudad con un gran número de canales que, sin duda, alzan la belleza de la ciudad.
Os recomendaría que si dormís al lado del río un sábado por la noche, uséis tapones para los oídos, ya que pasan barcos discoteca con la música a fondo y cuesta un poco dormir.
Carretera y manta hacia Moscú, ciudad en la cual nos estaba esperando Natasha, la madre de una amiga nuestra que desde hace unos años vive en Sant Boi, Ekaterina. Nos dijo que podríamos dormir en casa de su madre sin ningún problema.
Después de llevar 7 horas conduciendo, Moscú nos abría sus puertas, y me dije, bueno...ya estamos aquí,...Ay iluso de mí, estábamos allí, sí, estábamos en los densos e inacabables atascos que hay para entrar en la ciudad. Moscú, una ciudad grandísima y un tráfico de locos, tardamos 2 horas más en llegar a casa de Natasha, que está a unos15 minutos del centro, en metro. Nos estaba esperando Alexei, que es un amigo de Ekaterina, y nos llevó hasta casa para poder entendernos con ella, ya que él habla inglés y ella no habla nada de inglés ni español. Alexei nos recibió con dos amigos que nos estaban esperando con unas patatas fritas, cerveza y como no,...vodka.
Después de varios "Nazdravia" y dormir un poco, tocaba disfrutar de Moscú, quitando el centro centro y el Kremlin, que parece todo de cartón y una ciudad escaparte, como suelo decir yo, Moscú es una ciudad preciosa que rebosa historia en sus ladrillos. Si vais algún día, no dudéis en perderos por el metro, uno de los más grandes del mundo y disfrutar de sus túneles y estaciones mega decorados, con grandiosas lámparas, magníficas pinturas y molduras en sus paredes, os aseguro que es una visita mejor que muchos de los museos que podáis visitar.
Con mucha lástima nos despedimos de Natasha, que nos ha cuidado estos días magníficamente, todavía recuerdo que nos recibió, cómo no, con ensaladilla rusa y un pastel de pescado buenísimo.
También nos despedimos de Alexei, que nos ha ayudado mucho explicándonos anécdotas de Moscú y su gente, preparándonos algo muy típico de aquí, cómo no, vodka acompañado de lengua de vaca, para mí exquisito, a Fátima no sé si le gustó tanto, jajajaja. También nos ayudó con los trámites del visado de Mongolia, que ya está en nuestro poder.
Tras despedirnos de ellos con nostalgia nos toca seguir nuestro viaje, de momento por el gigante hacia la Rusia más profunda, para visitar Nóvgorod, Kazán, la felicidad y la libertad.




 

















4 comentarios:

  1. Jordi me ha encantado!!! Sobretodo el título ;)) Seguid libres por favor!!!!!!! Os queremos!

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  2. M'encanta veure el món a través dels vostres ulls. Seguiu aixi de feliços i disfruteu al màxim. Aquí vos estimem però no volem que tornessiu encara😆. Os queda molt x descobrir i veure. Quan acabi l'aventura nem al tros de la Nuria amb la cervesa i la guitarra i ahi esta la pareeeeed!!!! Tindrem hores x escoltar esta meravellosa experiencia. Molts besitos als dos

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